Joaquín El Chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, fue encontrado por marinos de élite mexicanos el pasado 22 de febrero encerrado en un baño aledaño a un dormitorio donde le acompañaba una mujer (su esposa) la reina de belleza Emma Coronel Aispuro, que decía estar sola.
Coronel Aispuro es la tercera esposa de Joaquín Guzmán Loera o Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, madre de dos gemelas hijas de El Chapo, y sobrina de Ignacio Nacho Coronel Villarreal, otro de los líderes del Cártel del Pacífico, abatido por el Ejército en 2010.
Datos de inteligencia de la Marina difundidos hoy por Televisa, que mostró tres lugares donde El Chapo, de 56 años, estuvo escondido, señalan que el líder criminal estaba desarmado y tuvo que ser conminado a rendirse en tres ocasiones por marinos fuertemente pertrechados antes de ser sometido y esposado.
La persecución contra El Chapo comenzó hace varios meses, cuando se detectó una sospechosa propiedad en Leopoldo Sánchez Celis, localidad costera de Sinaloa próxima a la laguna de Altata, que el capo había frecuentado.
Ese rastro condujo a las autoridades hacia Culiacán, la capital del noroccidental estado de Sinaloa, donde la Marina mexicana intentó dar con él.
En la ciudad, en barrios de clase media, El Chapo tenía varias casas perfectamente equipadas para poder dormir en cualquiera de ellas de última hora, y otras más para alojar a sus sicarios.
El momento de mayor cercanía al blanco se dio el pasado 17 de febrero, cuando fue detenido Mario Hidalgo Argüello, alias El Nariz, “asistente personal” y “uno de los más cercanos” a Guzmán, quien trató de engañar a las autoridades sobre la casa en la que estaba El Chapo.
Los marinos a cargo de la operación “Gárgola” se percataron de las inconsistencias del sicario cruzando información y se lanzaron contra una propiedad ubicada en la calle Río Umaya.
Allí se toparon con fuertes medidas de seguridad, entre ellas un portón de acero, con compartimentos llenos de agua, que tardaron ocho minutos en tumbar.
En la vivienda había monitores de circuito cerrado de televisión en varias estancias que permitían ver lo que pasaba en el exterior, incluso desde una piscina, y una bañera provista de un sistema hidráulico que la levantaba y que El Chapo usó para huir.
Bajo tierra, sin apenas luz y a la carrera, dejando por el camino ropa, unos chalecos antibalas que cargaban, y un lanzagranadas, El Chapo ganó la calle.
Allí fue “rescatado” por Manuel López Osorio, alias El Picudo, uno de sus jefes de seguridad en el perímetro exterior en Culiacán, quien se lo llevó al puerto de Mazatlán.
El Picudo fue arrestado y su información, así como la de otros miembros del entorno de El Chapo, condujo a varios posibles escondites en Mazatlán.
Fue la madrugada del pasado sábado cuando 30 marinos de elite cercaron el edificio “Miramar“, al que habían llegado “nuevos inquilinos” que pagaron 40.000 pesos (3.000 dólares) por tres meses de estadía en un departamento de unos 100 metros cuadrados.
Los marinos rompieron la puerta del departamento y neutralizaron a Cóndor, el jefe de seguridad del líder criminal, hallaron a la cocinera, a dos nanas, y a dos hijas pequeñas de El Chapo.
Dos marinos fueron hasta el dormitorio principal y encontraron a una mujer adormecida que les dijo que allí “no había nadie” y que pidió que no la tocaran.
Los marinos se percataron de la presencia de una persona en el baño de la recámara, El Chapo, a quien conminaron a rendirse en tres ocasiones antes de que el sujeto aceptara hacerlo.
En el cerco al edificio tardaron diecisiete minutos, mientras que en el interior del departamento la operación les llevó dos minutos hasta someter a Guzmán.
El narcotraficante fue trasladado en helicóptero al aeropuerto de Mazatlán y, desde allí, en un avión Learjet 60 a Ciudad de México, donde quedó a disposición de la fiscalía general.
La televisora, que describe en el reportaje al criminal como “un hombre muy paranoico” y “desconfiado”, que se teñía el pelo y el bigote, que ya no se drogaba y que hacía comer a sus colaboradores de su plato para evitar ser envenenado.
Estaba resguardado por tres “ex integrantes del Grupo de Fuerzas Especiales del Ejército” que se habían convertido en sus más cercados, Chaneque, Cóndor y El Picudo.
Sus tres vicios eran “el dinero, las mujeres y los dulces”, no vivía más de dos días bajo el mismo techo y había perdido peso en los últimos meses.