Cuando todavía se habla de la última megacompra en el sector de la tecnología, la de Facebook a WhatsApp por diecinueve mil millones de dólares (en efectivo la cuarta parte y el resto en acciones de Facebook), incluida su caída del sábado durante cuatro horas, siendo trending topic y revolucionando las redes sociales, cabe reflexionar sobre lo pequeño que es el universo de empresas que tienen cerca de un cuarto de millón de usuarios. La cuestión es que este tipo de empresas como Facebook, Google, Amazon y Yahoo por ejemplo, siguen teniendo un crecimiento exponencial día a día, pero tienen el gran inconveniente en lo que es su esencia: hay pocas empresas que tengan estas características que sean susceptibles de ser compradas por ellas mismas. Esto significa que si no las compra una de ellas, otra de sus competidores lo hará, por lo que a veces las compras no son tan rentables, sino que el objetivo es que el competidor no “te gane”. El daño que a medio o largo plazo pueda ocasionar resulta difícil de calcular.
Las diez empresas más grandes en Internet (Google, Microsoft, Facebook, Yahoo, Wikimedia Foundation, Amazon, Baidu, Tencent, Alibaba y Sohu.com controlan millones de visitantes) son las que se reparten el pastel, pero tienen pocos sitios donde comprar, y además sus competidores, es decir, estos diez, persiguen las mismas compañías. Por ello, tienen que reaccionar muy rápido y, en consecuencia, pagan cantidades desorbitantes sin calcular el retorno de inversión. Resulta increíble que si bien toda lógica empresarial pasa por hacer un cálculo en función de los beneficios de la empresa adquirida, en el caso de WhatsApp ocurre todo lo contrario: nunca ha tenido beneficios, sólo pérdidas, que han sido compensadas o financiadas con las ampliaciones de capital. Cabe preguntarnos entonces cómo una empresa de estas características llega a venderse por diecinueve mil millones de dólares. Esta situación pudiera recordar mucho a las empresas punto.com o burbuja de hace quince años.
El concepto empresarial que suscitó WhatsApp es muy diferente en Estados Unidos y en Europa. En Europa, lo normal es crear una empresa para producir un producto o un servicio con el objetivo de tener éxito en el mercado, y con la tentación de sus dueños de venderla para dejar de ser empresarios y convertirse en financieros, es decir, pasar de ser creadores a inversores (claro ejemplo el de Nike, aunque sea estadounidense). En cambio, en Estados Unidos, además de esta visión, existe otra: crear empresas para tratar de hundir o por lo menos amenazar el negocio de otros, intentando que alguien le compre, para que esta empresa desaparezca y no moleste. Es el caso de WhatsApp, un producto de esta segunda visión.
Si repasamos los antecedentes, WhatsApp fue un servicio creado hace 5 años cuando las operadoras de telefonía mundial tenían enormes beneficios por el envío de mensajes SMS o de imágenes o video MMS. Entonces, WhatsApp, utilizando la capacidad de los terminales para conectarse a Internet, decidió convertir en prácticamente gratuito un servicio que hasta entonces costaba mensualmente a cada usuario. Varios inversionistas entraron al proyecto de WhatsApp con déficit, pero con el objetivo muy claro: si se lograba el éxito, las operadoras de telefonía móvil en Estados Unidos se unirían para comprar a este nuevo competidor que amenazaba su negocio para sacarlo del mercado. Curiosamente, el éxito de WhatsApp se convirtió en un gran fracaso, ya que las grandes empresas que pudieran comprarlo se rendían y no la compraron. Entonces, WhatsApp se reinventó para amenazar también a las redes sociales. Por ello, ante esta amenaza, la apuesta de Facebook fue adquirirla. Y WhatsApp consiguió lo que quería: un sistema gratuito de comunicación con apenas ingresos, ser comprado por una cantidad astronómica.
Basar la lectura de esta operación basada en el número de usuarios de una plataforma no es lo correcto, pues son plataformas sin ingresos, y sería volver a caer en los argumentos que dieron lugar a la burbuja de las punto.com. Coincido con algunos analistas que señalan que lo interesante es valorar las compañías por los beneficios pasados o expectativas de futuros flujos de caja, lo demás es alimentar burbujas.
[*] Investigadora del Proyecto Internet, Cátedra de Comunicaciones Digitales Estratégicas, Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México. Su cuenta de correo electrónico: amaya.arribas@itesm.mx