El sábado antepasado, millones de personas se conmocionaron con lo que fue la noticia de su día. No, no me refiero a la captura del narcotraficante más mediático de los últimos años, sino a la caída de su sistema de mensajería instantánea.
La caída del Whatsapp
En México, dichas caídas no son tan raras. De hecho, los servicios de telefonía celular en el país hacen de la utilización del whatsapp una proeza. Relaciones amorosas se han terminado gracias a la pobre comunicación que existe en el territorio nacional, también conocido como territorio Telcel.
Y es que siempre tenemos necesidad de estar conectados. Lo estuvimos desde señales de humo hasta la mensajería instantánea actual. El telégrafo y el teléfono fueron los medios para que la comunicación remota llegara con mayor rapidez que el correo. Después, el fax logró romper barreras y convirtió la línea telefónica en el vehículo exacto para transformar clicks en gráficos.
Con la llegada del internet de dial-up -la banda ancha de los noventa-, los sistemas de mensajería comenzaron a convertirse en el pan nuestro de cada día. Primero con mIrc y, después, con el despegue del famoso ICQ y su pajarito cantante.
El ICQ hacia fácil hablar con gente alrededor del mundo, de la oficina, del país y de la ciudad. Los bipazos quedaron en el pasado puesto que la mayoría encontró en el internet la instantaneidad no solo del mensaje, sino de la respuesta.
Tras el ICQ, Yahoo lanzó su sistema de mensajería que tuvo relativo éxito. No es hasta que America On Line -ese servicio de internet que tuvo su éxtasis al comprar Time Warner y su agonía al no poder saltar a la banda ancha- lanza su mensajero que el ICQ comienza a tronar su final.
Microsoft hizo, con su Messenger, su última gran jugada de aplastamiento de competidores. Volvió tan popular su programa que los demás sistemas murieron en lenta agonía, pero segura. Los emoticones y las alertas evolucionaron al video conferencia y el intercambio de sonidos para apretar la plataforma. El MSN Messenger no dejó crecer durante años a ningún otro sistema de mensajería que apareciera.
Esto, hasta que se dio la combinación de skype y redes sociales.
El sistema de intercambio de audio y video que se popularizó a mediados de la década uno fue determinante para el cambio de paradigma en el intercambio de mensajes. Aún entonces, antes de la aparición de los teléfonos inteligentes, skype logró llenar el ojo -y oído- de quienes deseaban experimentar con altas velocidades…de 256 kps.
Con la revolución de Steve Jobs y el rompimiento de reglas de hackers que obligaron a Apple a abrir su sistema, la mensajería comenzó a popularizarse. Además, Blackberry dio su último estertor gracias a su Messenger que, aún a la fecha, sigue con alta popularidad.
Y así llegamos a los tiempos de Whatsapp. Cuando en el 2009, Jan Koum y Brian Acton crearon este servicio de mensajería, no contaban con el éxito del mismo.
Las ventajas eran múltiples: podía ser utilizado en todo tipo de plataformas, sólo requería de un número telefónico para poder acceder, no se enclavaba con un estilo o modelo de teléfono y su interfase era muy sencilla.
Las dos palomas y el “writing” se volvieron referencias culturales. Las caídas anteriores a la del sábado 22 eran -igual que ésta- tragedia comunicacional y la competencia era muy desigual.
Line trató de quitar territorio pero era prácticamente imposible.
Ahora, la historia ha sido distinta. La adquisición por parte de Facebook en 19 mil millones de dólares hizo que miles de usuarios se prepararan para la partida a otras plataformas como Telegram.
La caída del sábado antepasado solo demostró la popularidad de un sistema que, ahora, tiene su principal debilidad en eso: su inestabilidad.
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