Una persona común y corriente que decide compartir cada detalle de su vida, de su porqué.
Podría ser tan sencillo juzgar a cualquiera que decida contar su historia; pero en el fondo es muy probable que nos sintamos identificados con pensamientos e incluso con acciones —que aunque parecen ajenas— son cercanas y más comunes de lo que imaginamos.
Es el caso de un hombre que después de una ruptura amorosa, le cambia la vida. La falta de aceptación lo lleva a estancarse en un sufrimiento que para él simplemente no tiene remedio. El sentir la necesidad de “esa” persona puede ponernos en un dilema de vida, en una reflexión y, también, en un clímax de cambio.
Un Hombre Ajeno es una obra de teatro brillantemente contada. No sólo porque la historia y el desarrollo del guión te mantienen en suspenso y reflexión, sino que también nos hace disfrutar de nuestro humor negro; del sarcasmo que te saca la carcajada más sincera cuando te identificas con algunos momentos. Tres actores en escena, una silla y una pared color ocre dan vida a un personaje que somos todos.
¿Quiénes son ellos?: José María Yazpik, Osvaldo Benavides y Adrián Vázquez, dirigidos por el dramaturgo Alejandro Ricaño, una persona que sugiero no perder de vista, ya que a sus 30 años ha sido galardonado en distintas ocasiones con premios importantes de literatura en México.