Joel Ortega Cuevas, el director general del Sistema de Transporte Colectivo Metro del DF, tiene una bomba de tiempo en las manos. Podría estallar en cualquier momento.

 

El medio de transporte que surgió el 4 de septiembre de 1969 como una solución para el transporte público de la capital de México se convirtió, ya, en un serio problema. Se insiste en considerar al Metro como un sistema de acarreo de personas y no como un conglomerado de convivencia humana.

 

Todos los días se transportan ahí ocho millones de usuarios (cfr. Senado de la República) en sus más 390 trenes para 226 kilómetros de longitud y 12 líneas coloridas.

 

Sin embargo, el problema se ha agravado ahí desde diciembre de 2012: Fallas de coordinación en la salida de vagones; retrasos extremos de llegada de los trenes, lo que hace que la acumulación de pasajeros llegue a extremos peligrosos en cada estación, no sólo en horas “pico”; vagones que se detienen por largos periodos entre cada estación o quedan detenidos en ellas por lapsos de tiempo que indignan a los usuarios y que tienen un leve aroma a sabotaje técnico.

 

Falta seguridad para los usuarios, no sólo por el incremento de robos y abusos, sino por el incremento de la violencia que resulta del enojo por el hacinamiento al que son sometidos. A esto hay que agregar que de un tiempo a esta parte los aún más extremos aparecen de forma cada vez más frecuente:

 

El 4 de marzo pasado hirieron a dos personas. Una de ellas murió. Fue en la estación del Metro Bellas Artes del Distrito Federal. Al parecer todo comenzó como producto de las aglomeraciones en las escaleras que van a los andenes y tan sólo por “quítame estas pajas” se liaron a golpes.

 

Pasajeros abusivos y atrabiliarios que aprovechan la ausencia de autoridad. Frecuentes estallidos de ira que pasan de las palabras a los golpes casi criminales: desahogo, furia en escape, ganas de acabar con la tragedia cotidiana en otra persona… Y más.

 

Cuando el 13 de diciembre pasado, mediante una extrañísima encuesta a poco más de siete mil de los ocho millones de usuarios, se incrementó el precio del pasaje de tres a cinco pesos, el señor Ortega y el señor Miguel Ángel Mancera prometieron que todo ahí habría de cambiar: seguridad, puntualidad, limpieza, servicio eficiente y tal y tal. Todo ha empeorado. La solución económica no soluciona la convivencia de ocho millones de personas. ¿Lo podrán hacer?

 

Un caso es el de los “vagoneros” que en multitud recorren los trenes del Metro haciendo de la vida del usuario un verdadero infierno: estruendo, empujones, vendimia de piratería, colectividad confrontada. “Todo eso se acabará”, se prometió entonces.

 

No fue así. El poder que sostenía esa venta diaria en las 12 estaciones era aún más poderoso que quien prometió retirarlos ¿o era el mismo?

 

Sí. Se entiende en un entorno de desempleo y de crisis económica en donde los triunfos macroeconómicos de los que se presume no tienen que ver con la situación de crisis microeconómica: millones de desempleados, millones de ocupados en economía informal -que es desempleo-; miles de desempleados ocupados en oficinas en las que no hacen nada pero a los que se les paga por ello: desempleo pagado.

 

Surgieron “vagoneros” como solución excepcional y permitida. Una solución que redituaba a muchos a pesar de las quejas interminables de todos.

 

Luego, cuando no pudieron hacer que salieran del Metro estos vendedores-desempleados, el secretario de Gobierno del DF, Héctor Serrano y luego el señor Joel Ortega, anunciaron que pagarían a cada uno de los dos mil 300 vendedores informales del Metro -registrados- dos mil pesos mensuales para que se retiraran de ahí: una verdadera aberración.

 

Es una forma adicional de incremento en el precio del pasaje para todos. Los recursos con los que habrán de pagarse estos 4.6 millones mensuales salen del pago de las contribuciones fiscales de los habitantes del DF. Naturalmente, no salen de la bolsa particular del señor Mancera, del señor Serrano o del señor Ortega, que han decidido pagar por pecar. ¿Es esa una solución? ¿No sería mejor que en uso de sus responsabilidades de gobierno, el señor Mancera viera por generar fuentes de trabajo para todos ellos?

 

Hace unos días se manifestaron estos “vagoneros” porque la cantidad que habrá de entregárseles les parece poco.

 

El Metro del DF está a punto de la catástrofe: Los usuarios lo saben: Los usuarios ven esta descomposición. ¿La ven las autoridades? ¿Hacen algo para evitarla? ¿Qué pasará con éstas si algo muy grave ocurre ahí? La Asamblea del DF, de mayoría perredista, no dice nada ¿Asumirán su responsabilidad entonces? Mientras tanto, cada día, todos los días, ocho millones de usuarios acuden a la cita.