LONDRES. El británico Tim Berners-Lee entregó a su jefe hace 25 años un escueto informe en el que proponía un sistema para mejorar la gestión de información en el Centro Europeo de Física de Partículas (CERN), un documento que contenía las ideas fundamentales para crear la web.

 

Ese 12 de marzo de 1989, el ingeniero informático tenía 34 años y su superior director era el físico Mike Sendall, quien, tras leer su propuesta, estampó en la primera página del informe un comentario con el que daba luz verde a una revolución.

 

“Poco preciso, pero interesante”, sentenció el experto en computación sobre el proyecto del británico.

 

Berners-Lee esbozaba en aquellos folios las líneas maestras de un sistema al que llamaba “Mesh” -el término “World Wide Web” no surgió hasta finales de 1990-, pensado para solventar un problema que había detectado en el CERN de Ginebra.

 

“Esta es una organización maravillosa en la que están involucradas miles de personas, muchas de ellas realmente creativas y todas ellas comprometidas con un objetivo común”, explicaba el británico en aquella propuesta original, tratando de ser persuasivo.

 

“Sin embargo, la información se pierde constantemente. Los detalles técnicos de proyectos anteriores muchas veces se extravían para siempre o se requiere un trabajo de investigación ingente para recuperarlos”, argumentaba.

 

Para solucionarlo, quería “habilitar un lugar en el que se pueda depositar cualquier información o referencia que se considere importante y en el que resulte sencillo recuperarla”.

 

Ese “lugar”, que entonces solo existía en la mente del ingeniero, hoy reconocido padre de la web, debía resultar “suficientemente atractivo” para que los usuarios comenzaran a acumular allí sus datos.

 

Cuando la cantidad de información almacenada alcanzara cierto umbral, Berners-Lee preveía que “la utilidad del sistema hará por sí misma que la gente lo use cada vez más”.

 

El tiempo le dio la razón, y, un cuarto de siglo después, la bola de nieve que puso a rodar ha crecido más de lo que él mismo podía imaginar entonces.

 

No existe un método definitivo para calcular la cantidad de páginas web que existen, pero diversos informes apuntan en los últimos años a varios centenares de millones.

 

“Fue Mike (Sendall) quien sugirió que siguiera adelante, que continuara jugando con esa idea del hipertexto global de la que le había hablado”, recordó Berners-Lee en 1999, cuando falleció el que había sido su supervisor en Ginebra.

 

En su despacho del CERN, el británico programó el que sería el primer servidor web y la primera página de la historia, info.cern.ch, que desde hace unos meses está restaurada y activa, con el mismo aspecto austero del primer día.

 

El sistema que había creado el ingeniero informático despegó realmente en 1993, cuando el “software” necesario para instalar servidores web se hizo de dominio público y traspasó las barreras del ámbito científico y académico en el que había funcionado durante sus primeros años.

 

Para Berners-Lee, “la decisión del CERN de entregar los protocolos de la web gratuitamente, sin ningún impedimento, fue crucial para su existencia”.

 

El británico no inventó internet, un sistema de interconexión entre ordenadores que ya existía años antes, sino que creó un entorno que facilitó el uso de esa red y permitió que se convirtiera en un fenómeno de masas.

 

Desde que creó la web, 17 universidades le han nombrado doctor honorario, ha sido investido caballero del Imperio Británico por la reina Isabel II (2004) y recibió el Premio Príncipe de Asturias (2002), entre otros reconocimientos.

 

Berners-Lee se convirtió pronto en un activista por la libertad de información en la red y dirige desde 2009 la Fundación World Wide Web, un organismo cuyo objetivo es “apoyar programas para potenciar la web como un medio para el cambio positivo de la humanidad”.