Millones de Retweets…por una aparición en televisión

 

El fenómeno de la famosa selfie de la conductora de televisión Ellen Degeneres ha derivado en una serie de réplicas, copias, imitaciones, inspiraciones y exploraciones sobre el uso de fotografías grupales o personales para promoción y difusión de ideas y publicidad.

 

Sin embargo, las decenas de réplicas al stand publicitario de Samsung fallan en el aspecto primordial de dicha fotografía: el vehículo mediante el cual se dio a conocer.

 

No nos confundamos. En este espacio dimos amplia difusión a como Selfie era la palabra escogida por el diccionario Oxford como la del 2013; enumeramos a los famosos y políticos que usaban la moda para acercase a sus fanáticos, seguidores o creyentes.

 

Sin embargo, nada con el impacto de la entrega del Óscar.

 

El premio de la Academia es tanto una hoguera de las vanidades como un dolor de cabeza para los productores. Escoger guionistas. Gags y conductores se ha vuelto ostensiblemente difícil para quienes, saben, tienen en sus manos el único programa universal de la televisión de forma anual.

 

Sí, existe el Súper Tazón, El Grammy y hasta el Emmy. Ninguno de ellos vende a tanta gente la ideología norteamericana del American Dream como el cine. Desconocidos que se vuelven estrellas. Directores que retratan fantasías y las convierten en realidad. Todo en premiación de glamour y riqueza. Éxito hecho show televisivo.

 

Los conductores han tratado de quitarle seriedad a eso. Hacerlo cercano para el mortal lo toque ha sido, una y otra vez, la encomienda. Año con año, se ha vuelto más complicado.

 

Desde conductores de emergencia hasta los clásicos con un pequeño tránsito por actores y actrices. El programa sufre por tiempos y discursos, por carga comercial.

 

Y es que lo que no se habla de forma natural es de los anunciantes del Óscar. A diferencia del Súper Tazón, la cultura del anuncio no se ha convertido en un añadido que tenga caja de resonancia a nivel internacional. Si acaso, nos percatamos de la carga de anunciantes por los cortes bloqueados que existen en televisión por cable -donde repiten hasta la nausea algunos de sus promocionales- o por los espacios eternos que deben improvisar en estudio en televisión abierta.

 

Pero el premio Óscar es también una máquina de hacer dinero y un buen escaparate para anunciar lanzamientos o novedades de productos. Lo sabe la ABC, compañías que televisó el evento, y la propia Academia. De ahí que él demostrar el impacto de la transmisión en todos los mercados es más que importante.

 

El experimento este 2014 valió la pena. Se contrató a una comediante que camina en el filo de lo polémica y lo familiar. Se ensayó. Se acomodó a actores y nominados de forma que fuera fácil interactuar con ellos en el programa y, lo más importante, se simplificó el guión.

Al final, usaron lo que en otros años era el principal enemigo para demostrar músculo: redes sociales.

En todas las premiaciones de la época moderna, la red social se usa como opinión o voto, nunca como rebote del contenido al aire. Los productores, guionistas y la conductora del show accionaron una carta no jugada con anterioridad. La pusieron en subasta a anunciantes y Samsung decidió que 18 millones de dólares era poco dinero para poner su Galaxy 5S a la vista de todos.

En realidad, el anuncio expandió no al periódico sino a Twitter, quien también fue inmiscuido desde un inicio en la travesura.

Pero, siendo realistas, esos tres millones de rebotes no se hubiera logrado sin la ayuda del programa, sin el anuncio en televisión. Así como Pepsi lanzó su mini lata y Google usó su tiempo para recordar su liga al cine, los Óscar dieron una refrescada a la televisión entera como el vehículo más eficaz de reconocimiento comercial.

Y, de paso, le dio una cachetada con Samsung blanco a quien piensa que las redes sociales han ganado la guerra contra los medios tradicionales.

¿Una foto?