NUEVA DELHI. Amanat -como la bautizó la prensa para identificarla- no sobrevivió, pero su caso no quedó impune y ayer el Tribunal Superior de Nueva Delhi confirmó la pena de muerte en la horca para los cuatro hombres condenados por violarla en grupo y asesinarla en 2012, un hecho que desató una ola de indignación popular por el trato de las mujeres en India.
La Corte corroboró la sentencia dada el pasado septiembre por un tribunal del sur de Nueva Delhi en virtud de que, al igual que se justificó entonces, la violación mortal se enmarca en la categoría de “caso extraordinario entre los extraordinarios”.
Sólo en estos casos se permite la aplicación de la pena de muerte a condenados por crímenes de especial virulencia en la India, donde tras siete años sin ajusticiamientos la Presidencia del país suspendió en 2011 esa moratoria.
Los cuatro condenados a la pena capital -Vinay Sharma, Mukesh Singh, Akshay Thakur y Pawan Gupta- habían apelado a la instancia superior porque argumentaban que habían sido falsamente implicados en la violación, según los medios locales.
La joven víctima, una estudiante de fisioterapia de 23 años, regresaba en diciembre del 2012 del cine con un amigo cuando los hombres los engañaron haciéndolos subir a un autobús que habían robado. Golpearon al amigo y después la violaron y con una barra de acero le provocaron heridas internas que le causaron la muerte trece días después en un hospital de Singapur.
Un quinto implicado en el caso, el presunto cabecilla del grupo, que estaba siendo juzgado con los cuatro sentenciados, se suicidó hace un año en la cárcel, según la versión de las autoridades. Su familia, que fue asesinado.
Y el sexto, tachado por la Policía como el más violento, era menor de edad cuando ocurrieron los hechos y fue condenado el pasado agosto a tres años de reclusión en un correccional.
La indignación nacional hizo que el gobierno federal agilizara la legislación que aumentar las penas de cárcel a los violadores y penaliza el acoso, los ataques con ácido y el tráfico de mujeres.
El país vive en un estado de psicosis desde aquel crimen por las continuas acusaciones de agresiones sexuales que han acaparado las portadas de la prensa local e internacional.