El ego es parte de nuestra esencia (por decirlo de alguna forma), es necesario porque nos permite elegir lo correcto y tomar una decisión acertada en pos de nuestra seguridad, claro con ayuda del sentido común. Pero en su forma más oscura el ego es paranoico, está urgido por satisfacer sus necesidades y hará lo posible para lograr acceder a la “perfección” creada por su visión cerrada de las cosas. El ego manipulará al individuo, hará que lo oiga sobre toda razón y lo guiará hasta alcanzar eso que tanto ambiciona, no importa si la persona tiene que matar, herir, torturar o vender la misma alma a fuerzas malignas.
Una muestra contundente de la manifestación del egoísmo absoluto es el vampirismo, no importa cuán romántica sea la idea de vida eterna, la realidad es que un vampiro nace de un asesinato, generado de un deseo egocéntrico, ya sea venganza, obsesión o lujuria y deja como resultado a otro ser desalmado, lleno de las mismas ambiciones y un hambre que solo puede ser satisfecha devorando vidas inocentes.