Aunque el apoyo de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) a la creación literaria pareciera salido de una novela sobre teorías de la conspiración, la realidad es que ésta, por medio de una fachada llamada Fundación Farfield, ayudó a la escritura internacional.

 

Y esto incluyó al Centro Mexicano de Escritores (CME) en la década de los cincuenta, del cual emergieron artistas como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Rosario Castellanos y Carlos Monsiváis, entre otros.

 

Todo comenzó cuando Paul Engle, director del Taller de Escritores de Iowa, pidió a la Fundación Rockefeller recursos para viajar a Europa y Asia en busca de nuevos talentos literarios y que además serían de gran ayuda para las relaciones internacionales, bastante dañadas en ese entonces.

 

Posteriormente, parte de los recursos irían al apoyo de escritores latinoamericanos, especialmente mexicanos.

 

Así lo revela el ensayo How Iowa Flattened Literature del escritor Eric Bennett, donde explica como el CME recibió recursos adicionales de la Agencia a través del Congreso por la Libertad Cultural y como la Fundación Farfield habría ayudado a Juan Rulfo para adquirir algunos terrenos donde tuviera la tranquilidad de escribir.

 

Según el profesor de la Universidad de California, Patrick Iber, la CIA también habría pagado el salario de Rulfo al menos dos años a mediados de la década de los sesenta, con el objetivo de que se convirtiera en un autor capaz de rivalizar con escritores comunistas como Pablo Neruda.

 

Iber también asegura que al final el apoyo al Centro Mexicano de Escritores resultó un fracaso como un instrumento de la diplomacia cultural, sin embargo, pudo convertirlo en uno de los centros de escritura y surgimiento de talentos más importantes y exitosos en el mundo.

 

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