Adiós Cristiano, adiós Di Stéfano, adiós Hugo Sánchez, adiós Raúl, Gento, Puskas, Juanito y todo aquel monstruo que hubiera pisado la Liga española o vestido de blaugrana o blanco. Hace tiempo que el verbo romper perdió dimensión cuando se trata de Leo Messi, y ayer lo volvió a hacer: un hat trick en la hora más punzante del campeonato para el barcelonismo.

 

Ahí volvió a aparecer Messi, para ser definitivo en el espectacular 4-3 sobre el Real Madrid, que no sólo dejó al Barcelona a un punto de los blancos, sino que hizo que Messi se convirtiera, primero, en el máximo anotador en la historia de los Clásicos con 22 tantos en 27 jugados, dejando en 18 la marca que ostentaba Alfredo Di Stéfano; además superó al mexicano Hugo Sánchez como segundo máximo goleador de la Liga española al llegar a 237 goles en 269 partidos, por los 234 que Hugo acumuló en su carrera de 347 partidos con el Real Madrid, Atlético y Rayo Vallecano, y su insaciable instinto ahora se encamina a ir por la marca del goleador de todos los tiempos en la Liga de las estrellas: el mítico Telmo Zarra y sus 251 goles anotados con el Athletic de Bilbao en 277 partidos jugados entre 1940 y 1955, algo que sin duda logrará, si no en ésta, seguramente en la no muy adentrada próxima campaña.

 

Y es que Messi apenas tiene 26 años, Messi y ya es el máximo goleador en la historia del Barcelona, algo que consiguió apenas el pasado domingo 16 de marzo, con el triplete que logró ante Osasuna en el 7-0 de su equipo, con el que ha marcado en toda competencia la friolera de 371 tantos, dejando al querido blaugrana Paulino Alcántara en 369.

 

No fue toda la cadena de roturas que dejó Messi en el Bernabéu. El triunfo catalán también significó un alto a la racha de 31 partidos que tenía el Madrid sin caer. Todo para dejar la punta de la Liga hecha un manicomio con el Atlético de Madrid líder por su triunfo ante el Betis 2-0 con 70 puntos, empatado con el Real Madrid, pero superándolo por el marcador en el duelo directo, con el Barcelona resoplando detrás de ambos con 69 unidades.

 

Todo por culpa de la Pulga que aprovechó todas las circunstancias de un partido intenso, en territorio Cristiano, de volteretas interminables. Con un Barcelona que se fue al frente gracias a Iniesta (0-1), pero que luego tuvo que remar a la contra, porque Benzema mandó con un doblete al frente a los blancos (2-1), de unos blaugranas que volvieron a alcanzar por conducto precisamente de Leo Messi (2-2), que así arrancaría un concierto que terminaría en victoria, no sin antes padecer porque Cristiano convirtió un penalti obsequiado por el árbitro Undiano Mallenco (3-2); pero que no soportaría la presión culé, primero, porque Sergio Ramos cometió penalti a Neymar y se fue expulsado (3-3), ahí Messi empató de nuevo el duelo y dejó servida la mesa para el cuarto gol, tercero del argentino y segundo de penalti en el partido para su causa: 3-4 definitivo, que dejó al Madrid frustrado, aún por encima del Barcelona en la tabla, pero con la sensación de que en cualquier momento el asalto a la liga estará consumado.

 

Es lo que sucede cuando se deja la redonda a un tipo para el que el significado del verbo romper ha perdido su dimensión. La conjugación se hace imprecisa, se confunde los rompió con los romperá, se entrelazan las roturas de cintura de los zagueros, con los récords que caen partidos a pedazos, no importa si entre los tachones se lleva a figuras o leyendas; da lo mismo Cristiano, que Hugo Sánchez, Di Stéfano, Puskas, Gento; cierto, el nombre de Zarra prevalece inmaculado, pero el verbo anuncia que no por demasiado tiempo.