RÍO DE JANEIRO. La favela del Morro dos Prazeres, situada en el bohemio barrio Santa Teresa de Río de Janeiro, cuenta desde el sábado con decenas de grafitis pintados por 45 artistas en 50 casas, en un proyecto para fomentar el turismo en la comunidad y dar a los jóvenes de la región alternativas al narcotráfico.
El Morro dos Prazeres es una barriada pobre de difícil acceso debido a las deficiencias del transporte público y a que el camino es siempre cuesta arriba, a través de una colina situada en el centro de la ciudad, desde la que se divisa el Pao de Açucar, uno de los iconos turísticos de la ciudad.
Una vez en la favela, un cartel de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP) da la bienvenida a todos. Este puesto policial es parte de la política de “pacificación” del gobierno regional para expulsar a las bandas de narcotraficantes que antes dominaban varias de las barriadas de la ciudad.
En el acceso a la barriada rápidamente se pueden ver varios grafitis, que adornan los muros de varias casas de la favela en una combinación de colores que transmite alegría y da vida a un lugar en el que viven cariocas modestos.
Esos colores forman parte del proyecto Camino del grafiti, que tiene como objetivo atraer visitantes y es impulsado por la agencia de turismo alternativo Santa Prazeres Tour y por Galera.com, una productora audiovisual que busca la inclusión de los jóvenes a través de la realización de vídeos sobre la vida cotidiana en la favela.
El trabajo de pintura de los grafitis culminó el pasado sábado y contó con la participación de 45 artistas, que se ocuparon de cambiar por complemento las fachadas de 50 casas, todas ellas situadas en el camino hacia un mirador desde el que se tiene una visión privilegiada hacia el Pao de Açucar y el Cristo Redentor.
El objetivo de la iniciativa es fomentar el turismo en la favela e intentar dar una salida a los jóvenes que sea distinta del narcomenudeo, actividad económica ilegal que daba renta a muchos en la zona.
A las dos de la tarde el ambiente es muy tranquilo. El silencio reina en el lugar y apenas se puede oír una canción que llega de una casa lejana.
Cuidado con las cámaras
De golpe, de la nada, aparece el grafitero y habitante de la favela Márcio SWK, principal impulsor del proyecto y quien advierte del peligro de llevar a la vista una cámara fotográfica y una de video.
También recomienda pedir autorización antes de tomar cualquier imagen, porque, dice, nunca se sabe a quién se está retratando.
El grafitero explica que si el proyecto cumple su objetivo de atraer turistas, los jóvenes de la comunidad podrán dedicarse a trabajar como guías de los visitantes y aprovechar los atractivos de la barriada. Y es que las vistas desde allí son increíbles.
También asegura que, en un futuro próximo, existe la intención de ofrecer “cursos para que los propios vecinos ayuden a adornar los muros con grafitis”, ya que el objetivo es seguir pintando más casas.
El ambiente sigue solitario a media tarde y es posible seguir apreciando los paisajes en silencio absoluto. Los grafitis quedan allí para ser disfrutados, por ahora, sólo por los vecinos, porque cuesta imaginar a un turista paseando por el lugar, tan inaccesible, solitario y sosegado. (EFE)