Una aventura entre vides y tanques de fermentación en Masaryk.
“Quiero que algún día la gente de otros puntos del país se lleve una botella del vino del DF de la misma manera que cuando vamos a Guadalajara nos traemos una de tequila, o compramos un mezcal en Oaxaca como regalo. No vamos a engañar a la gente diciendo que todas las uvas que usamos en nuestros vinos son cosechadas en viñedos capitalinos, lo que sí es patente y claro es un orgullo y estilo, una manera de hacer y entender el vino a la manera chilanga”, dice Guillermo Tame, quien participa en el proyecto Vinícola Urbana, concepto innovador en la producción de vinos en el Distrito Federal.
“Soy parte de una generación que mucho tiempo tuvo que ser muy cuidadosa al momento de decir que era oriunda del DF. Hoy desde luego es diferente y ese orgullo es abierto por todo lo que estamos generando. Hay también una manera de hacer manifiesta la cultura del vino, tenemos gustos, preferencias y estilos, y eso es algo que tratamos de transmitir en nuestros productos”, refiere con entusiasmo Guillermo.
Agrega: “Mucho tiempo hemos hablado de que la ciudad invadió al campo. Creo que ahora es buena oportunidad para que el campo invada la ciudad a través de proyectos de esta índole que además son una aportación para la calidad de vida en la urbe a partir del desarrollo de azoteas verdes. A través de diversos eventos, es también una oportunidad de acercar a los capitalinos a las expresiones de la vid y su significado en una cultura cotidiana”.
La pasión por el vino desde el seno familiar llevó a Guillermo y a un grupo de amigos a adentrarse en la realidad de la vitivinicultura en Baja California para posteriormente incursionar en la comercialización en mercados estratégicos como los Estados Unidos, con más de 150 etiquetas. El siguiente paso ha sido involucrarse asimismo en la producción vinícola con un sello que tropicaliza esa aspiración nacional con nombres, señales y referencias que exaltar el ser y el quehacer chilangos.
Y como buenos capitalinos a los que les gusta contar historias, y para que no se pierda la fama de que a los chilangos los distingue la labia, los creadores de Vinícola Urbana han distinguido sus vinos con nombres y relaciones que enlazan sitios emblemáticos, estados de ánimos, andanzas callejeras y, por supuesto, gustos y apreciaciones a la hora de disfrutar el vino.
Bellas Artes es la faceta de artista propia de todo capitalino: un Chenin Blanc 2011 que con mucha frescura afirma que “Aquí comienza el Arte: cuando dejamos de oír para comenzar a escuchar”.
“Pensando también en una identidad, no quisimos que nuestras etiquetas fueran convencionales. Así nuestro blanco es la imagen de Bellas Artes y una bienvenida a la ‘Ciudad donde las paredes no oyen, escuchan. Escuchan las zapatillas presurosas, los murmullos en voz alta y el talento de las banquetas, esquinas o cualquier lugar improvisado”.
Ángel es el Nebbiolo/Reserva 2011 que cuenta en su etiqueta la historia del que “se dio cuenta que nunca dejó de ser turista en su propia ciudad. Que la ciudad no le pertenecía, sino todo lo contrario. Pero también se dio cuenta de que nunca estuvo solo, que siempre tuvo un Ángel”.
Diana es el Cabernet Sauvignon 2011 que reitera que “Sin embargo se mueve”. “Pero no sólo se mueve el mundo, se mueven las ciudades, se mueve el DF, y se mueve su gente como sangre en las venas para sentirse viva”.
Revolución es la más abierta expresión de esta propuesta defeña, con su chilango blend que es, a decir de Guillermo, la expresión de un sentimiento, una querencia y un gusto del vino. Es el amante que refrenda que “los besos no se piden, se roban, se dan, se hacen. Y en la Gran Ciudad ésa es la verdadera Revolución”.
“Vas directo a luchar por lo que crees, no importa el resultado final, estás dispuesto a caer por ese ideal”, reza la etiqueta de Revolución. Y en el caso de Vinícola Urbana todo apunta una muy optimista promesa chilanga.