Después del “lapsus mensus” que cometió Ernesto Cordero cuando dijo “Yo quiero ser presidente del PRI para honrar ese legado… de millones, de miles de mexicanas y mexicanos que desde 1939 han construido el país que hoy tenemos…” (Bueno, tal vez no fue “lapsus” ni tampoco “mensus” porque a lo mejor es el sueño de él y de otros “calderonistas” como Javier Lozano Alarcón), los observadores políticos exponen una idea que les ha estado dando vueltas en la cabeza, que de tan absurda les parece buena. Dice uno de ellos:
Visto el espectáculo ridículo de la candidatura “calderonista” de Ernesto Cordero, que se enfrenta al anti “calderonista” Gustavo Madero -a quien el senador con licencia le hará los mandados el día de la elección interna por la presidencia nacional del PAN-, casi me convenzo de que “Pina” regó el tepache al no subirse al ring. Y explican: Si la “hamletiana Chepina” hubiera presentado su candidatura, seguramente le hubiera vuelto a dar a Cordero hasta por debajo de la lengua, y estaríamos presenciando una bonita pelea entre dos anti “calderonistas”. Y en una de esas, José hubiera estado en condiciones de disputarle el voto panista a Madero.
Al final de cuentas, aunque es anti “calderonista”, Gustavo Madero tiene también fama de “peñanietista”, cosa esta última de la que no se puede acusar a la mujer que se metió a la política quién sabe cómo ni por qué y ahora ya no sabe ni para dónde echarse a correr.
A ver, a ver, acotan los malosos del PAN. Si “Pina” no es “peñanietista”, por qué en diversos foros, conferencias, círculos de lectura donde últimamente se ha presentado, ha dejado entrever -cuentan los asistentes- que le gustaría “cambiar de caballo”, perdón de partido. Y si esas fueran sus intenciones, resulta obvio señalar que no se integraría al PRD ni a ningún partido de la llamada izquierda, verdad. Ni tampoco al Partido Nueva Alianza, propiedad de su “archienemiga”. O sea que por eliminación sólo le quedaría el PRI.
Si hubiera esa posibilidad, entonces el presidente de la República tendría en su partido, no necesariamente en su gabinete, a una mujer que ya le aporta a su gobierno “la visión social de la izquierda mexicana”, y a otra que aportaría “la visión social de la derecha”.
Los lectores sabrán disculpar las ideotas que se les ocurrieron a los observadores, y el montón de “hubiera” que hay en este texto.
AGENDA PREVIA
El titular de Petróleos Mexicanos insiste en que con el gasoducto Los Ramones se garantizará el abasto oportuno de gas a precios competitivos y se terminará con los cuellos de botella en la disponibilidad de este energético. Los Ramones abastecerá cerca de 20% de la demanda de gas natural del país, la cual se estima crecerá en los próximos 15 años en un 2.9% en promedio anual. El proyecto, que tendrá una extensión superior a los mil kilómetros, requerirá una inversión aproximada de dos mil 500 millones de dólares, lo que se traducirá en inversión, generación de empleos, ampliación de actividades comerciales, industriales y sobretodo, competitividad.
Los malosos temen que el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, le “meta la pata” al titular de la paraestatal, pues con eso de que andan “agarrados de la greña” por los proyectos de la llamada “ronda cero”, en un descuido se lo echa “Pa’ bajo” o le da largas al gasoducto. ¡No, no, no se equivoquen! Responden los enterados, el proyecto que Pedro Joaquín podría “boicotearle” a Emilio Lozoya es el de etanol a base de caña de azúcar porque -según los expertos- “es una vacilada”.
Y ya que nos referimos al tema del “polvito blanco”, industriales americanos agrupados en la American Sugar Aliance (ASA) presentarán hoy una demanda contra industriales mexicanos por “dumping” en los precios de exportación de azúcar a Estados Unidos. Para que los bisoños en este tema se den cuenta del “trancazo”, México exporta al mercado americano, bajo el contrato 16, más de dos millones de toneladas al año. Obviamente se espera que el gobierno mexicano no se quede con los brazos cruzados y en respuesta le ponga un arancel a las importaciones de alta fructosa provenientes de Estados Unidos -que superan un millón de toneladas por año- y que, según los especialistas, también se hacen a precios “dumping”.