La fiebre de las “selfies colectivas”, también conocidas como “usies”, ahora contagia a la clase política mexicana. Pero en esta práctica que comenzó el presidente estadounidense Barack Obama y el Papa Francisco, imprudencias o errores pueden poner en peligro la reputación y percepción que los ciudadanos tienen de los políticos, advierte Manuel Turrent, politólogo y psicoanalista con 20 años de experiencia en temas de política nacional.

 

El ataque y la crítica se han vuelto prácticas recurrentes en redes sociales entre funcionarios, legisladores y militantes, explica Turrent en entrevista con 24 HORAS. “Si en la foto hallan alguna cosa para burlarse lo harán. Las probabilidades de daño son muchos mayores”.

 

Políticos mexicanos de todos los “colores”, como es el caso del presidente Enrique Peña Nieto, el líder moral del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas, el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, o los senadores de Acción Nacional que apoyan a Ernesto Cordero, se han visto seducidos por esta nueva moda.

 

 

Espontaneidad, la clave

 

Para que una selfie política alcance popularidad en redes sociales, dice Turrent, debe tratarse de una fotografía tomada en un momento espontáneo, que se note “sin producción, apostar por la trascendencia del acontecimiento y donde los involucrados representen algún grado de popularidad”.

 

Al primer político mexicano al que se le vio unirse al mundo de los selfies fue al ex mandatario Felipe Calderón, quien posó junto a sus homólogos Alan García (Perú), César Gaviria (Colombia) y el ex canciller Claudio Orrego (Chile).

 

Peña Nieto recibió semanas atrás a los jugadores del León en Los Pinos y se tomó la selfie del recuerdo con el dueño del equipo, Carlos Slim, su entrenador Arturo Elías Ayub y los jugadores del equipo, entre ellos Rafael Márquez.

 

Gustavo Madero, aspirante a reelegirse como líder nacional del PAN, hizo lo suyo junto a jóvenes panistas, mientras que Ernesto Cordero, candidato opositor, se unió a esta fiebre a un lado de sus compañeros en el Senado.

 

El diputado blanquiazul de la Asamblea Legislativa del DF, Gabriel Gómez del Campo, quien se tomó una “selfie” con el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador. “Ahí les va una selfie que suma la política y la polémica!”, se lee en el mensaje que acompaña la imagen.

 

Turrent dice que estas fotografías coinciden sólo en la forma, “pero se mantienen en una zona protegida y cuidada, algo que les quita frescura. Quien se la juegue y pueda ser espontáneo tendrá un mejor resultado. Las críticas son menores cuando los políticos se vuelven más frescos”.

 

Selfie bien hecho

 

Barack Obama puso el ejemplo con la imagen que publicó después de imponerse en las elecciones presidenciales de noviembre de 2012 y en la que se le veía abrazando a su esposa Michelle. Esta fotografía, acompañada del mensaje “Cuatro años más”, cuenta con más de 780 mil retuits.

 

Aunque más cercana al terreno del espectáculo, otra fue la selfie de Ellen Degeneres en la reciente entrega de los premios Oscar que se volvió viral y la publicación más retuiteada en la historia al registrar más de 3 millones de retuits en menos de 24 horas.

 

 

Una moda pasajera

 

 

Para Turrent, quien se desempeña como académico en el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia, esto es una moda que desaparecerá y “en poco” ayudará a los políticos mexicanos que aprovechan este recurso digital para fortalecer su imagen.

 

Califica de “error” que un político basara su estrategia innovadora en algo atrasado; debe estar atento a los fenómenos nacientes antes de su masificación.

 

“Las selfies son un método que será pasajero y pueden sumar a la campaña pero no darán mucha fuerza a los políticos, no así al manejo de las redes sociales. La gente detrás de ellos debe ser totalmente creativa para llamar la atención de los usuarios”, explica.