Entramos al mes de abril, el mes del niño, y seguramente algunos papás ya están pensando en el regalo para sus hijos. Algunos piensan en viajes, otros en juegos didácticos, otros en accesorios para realizar deporte, en libros, incluso los que piensan regalar un dispositivo móvil a sus retoños. Existen miles de artículos en Internet sobre dispositivos móviles para niños que reflejan posturas a favor y en contra. Los niños, a partir de los siete u ocho años de edad, comienzan a preguntar cuándo van a tener el suyo propio. Responder a esta pregunta puede ser tan obvio como que depende de la madurez del niño, del entorno en el que se muevan, y sobre todo, las bases de la educación que se les quiera dar.

 

Una primera reflexión es que el móvil, aunque les y nos sirva para jugar, no es un juguete y tenemos que verle la utilidad que les va a brindar. No se trata de cumplir con un capricho sino de ver de manera consensuada con los hijos el uso que se le va a dar. Otra cuestión es explicar los riesgos y bondades de tener un dispositivo móvil. Indudablemente los límites son necesarios, que sean razonados, negociables y algo importante es no exigir a los niños lo que los adultos no cumplen.

 

Lo cierto es que como fuente de comunicación y ocio, el dispositivo celular tiene un gran valor, y por ello se justifica el dinero invertido. Pero es fundamental mostrar a los niños la proporcionalidad de tres elementos: lo que aporta, lo que se necesita, y lo que entra como capricho. Precisamente, por esta proporcionalidad, la primera decisión viene determinada por la elección del dispositivo móvil en un mercado lleno de productos que son un auténtico alarde de tecnología.

 

Si nos vamos a los extremos, no es lo mismo comprar a un niño el último smartphone con tarifa plana que un celular de una generación anterior con mensajes y sin descarga de datos. El tipo de dispositivo que se compre va en relación a la madurez del niño que entiende y ha acordado las normas de uso. En ocasiones, es la logística familiar lo que determina la compra de un celular a un niño para que esté conectado a sus papás. Piensan en que el menor esté localizado o pueda realizar una llamada de emergencia (el caso típico de los niños que van en transporte escolar o de una excursión).

 

Otro elemento que puede determinar la compra de un dispositivo móvil es el grado de supervisión que podamos ejercer sobre su uso. Si los papás no van a poder dar un seguimiento sobre el uso que el niño va a hacer, mejor no comprarlo o en su defecto dosificar su uso si no se puede dedicar el tiempo necesario.

 

Como el uso de la tecnología está omnipresente en la vida del menor, puede ser de mucha utilidad que en las mismas escuelas se impartan charlas sobre los usos y riesgos. De hecho, en algunos países es la policía quien da las pláticas de una manera muy impactante pues dan la versión más negativa de las tecnologías como los asuntos delictivos, el ciberbulling o el grooming (los acosadores sexuales), que llaman mucho la atención tanto de niños como de adolescentes.

 

No se trata de satanizar la tecnología sino de que los niños encuentren su lado útil pues bien es cierto que el dispositivo móvil puede ser una pérdida de tiempo ya sea en los chats, en juegos o en una navegación sin rumbo. No se trata únicamente de que se ven reducidas las horas de estudio sino que las mismas horas de ocio no son productivas.

 

Normas de uso tan básicas como limitar las horas de uso, como dejar el dispositivo en un lugar al entrar en la casa o no dejarlo en la habitación a la hora de dormir es una buena manera de crear hábitos sanos. Cuando se llega al extremo de depender del dispositivo, llegando a ser un trastorno o adicción, es decir la nomofobia, hay que acudir a un experto para tratarlo. Ocurre en algunos adolescentes que duermen con el celular bajo la almohada en modo vibración, y ello puede producir trastornos del sueño. Cuando hay un bajo rendimiento en la escuela, problemas de sueño, estados irritables cuando no se tiene el celular o se le acaba la batería, son síntomas de que algo no marcha bien.