“No hay nada, sin duda, que calme el espíritu tanto
como el ron y la verdadera religión”.
Lord Byron
El ron, aguardiente de caña de azúcar, es una bebida que no puede faltar en comidas, fiestas y eventos sociales en nuestro país. Sin embargo, confieso que mis primeros recuerdos del ron no son los mejores. Cuando probé la típica cuba en una fiesta, mezclada con refresco de cola, resultó para mi gusto, demasiado dulce. Además con el tiempo comprobé que esta bebida y yo nada más no nos llevábamos. Aunque limitara mi consumo, invariablemente el día siguiente amanecía con un dolor de cabeza.
Pasarían muchos años antes de que re-descubriría el ron. Hace más de 15 años, fui a la Venezuela pre-Chavista para festejar la boda de dos queridos amigos. Sentada en el elegante bar del hotel Tamanaco en Caracas, me ofrecieron una copa de su mejor ron: Santa Teresa 1796, elaborado con el método solera, que se servía en una copa coñaquera sin un solo hielo. Me cautivaron sus aromas a miel, caramelo y su color marrón obscuro. Aprendí que no todo el ron era para mezclarse, sino que también esta bebida destilada podía beberse tranquilamente en lentos sorbos. Era totalmente diferente y lo comprobé al día siguiente, cuando amanecí sin ningún recuerdo de la noche anterior. Así, poco a poco me reencontré con el ron, en Guatemala probé el Ron Zacapa. En Cuba, aprendí a tomar mojitos con Havana Club 7 años, que resultó darle una mayor intensidad de sabor a la bebida. Poco a poco, descubrí, que un buen ron añejado, rompe con cualquier pre-concepción que uno pudiese haber tenido sobre esta aguardiente.
La historia del ron, es muy interesante. La caña de azúcar es originalmente de Papua Nueva Guinea y fue llevada a Asia y después a África, a la India y a España por los árabes. Cristóbal Colón introdujo la caña en América en su segundo viaje en 1493 a la Isla Española (hoy en día República Dominicana y Haití). Las primeras menciones de esta bebida, son en documentos hallados en Barbados en 1650, en donde se le llamaba Kill-Devil (mata-diablo) o Rumbulliom (que en inglés significa gran tumulto). En los siglos XVII y XVIII era exportada a Europa y se convirtió en un detonador importante económico. No había plantío de caña, que no estuviese acompañado de una destilería.
Por eso, cuando me invitaron a sentarme con Félix Rojas, Gerente de Ventas de Ron Barceló, un ron elaborado en justamente en Santo Domingo, no desaproveché la oportunidad. La Casa Barceló, fue fundada en 1929 por el español Julián Barceló, quien llegó de Mallorca para montar un negocio de ron, empresa que actualmente se mantiene en manos de la familia Barceló. Me cuenta Félix, que su ron se distingue de otros rones ya que es elaborado con el jugo de caña, en lugar de la melaza. Esto lo hace más ligero y fácil de digerir, lo cual, me asevera cuando es tomado con moderación, reduce la presencia de dolores de cabeza. Además me cuenta, que dada la temperatura y humedad del Caribe, un año de añejamiento es el equivalente a tres años de añejamiento en lugares más fríos como Escocia, en donde los niveles de evaporación son por debajo del 2%, mientras que en su país, los niveles de evaporación se ubican entre el 8% y 10% anual. En Barceló, en lugar de añadirle más destilado a los barriles para compensar la evaporación, han optado por observar un estricto control sobre los mismos, para promover un añejamiento natural del ron con todo y merma.
Justo al preguntarle sobre cómo se cata un ron, me ofrece una copa de Ron Barceló Gran Añejo, envejecido 4 años antes de ser embotellado. Lo sirve en una copa coñaquera con un hielo. El primer paso me dice es observar su color y claridad. Mientras más barrica tenga el ron, la copa ofrecerá tonalidades doradas o caoba. Los rones añejados deberían tener brillo y ser transparentes. Además para algunos catadores es recomendable también ver las “piernas” del ron, ya que esto denota al igual que el vino, el cuerpo del destilado. Después hay que incorporar el sentido del olfato, por lo que es recomendable aspirar de una manera corta y no profunda para detectar sus aromas. Algunos aromas típicos de esta bebida son madera, nueces, vainilla, miel, especias, chocolate y naranja. Posteriormente, hay que probarlo. A diferencia del vino, que se recomienda sorber aire a través de la boca, me dice Féliz que es mejor tomar un pequeño sorbo inicial que puedes revolver dentro de la boca, para dejar que el ron permanezca en la lengua y el resto de tu boca. Me advierte que si uno sorbe el ron como si fuera vino, inmediatamente lo sentirás llegar hasta tu frente dado el alto contenido de alcohol, lo cual resultará en una sensación desagradable. Una vez que has tragado el ron, hay que permitir que los sabores surjan y se presentará el “final” de la bebida en la parte posterior de la lengua y la permanencia en la misma nos hablará de su calidad. Al catar este ron en particular, me recordó a los aromas a vainilla, caramelo y madera.
Espero que tengas un fabuloso día y recuerda ¡hay que buscar el sabor de la vida!