El graffiti en esencia es, una expresión artística urbana. Una forma de comunicación hasta cierto punto válida para exteriorizar ideas, conceptos… sustancia para alimentar la contracultura citadina.
Sin embargo, en la Ciudad de México, ante la mirada complaciente de delegados y autoridades de todo nivel, el graffiti se ha convertido en una agresiva plaga depredadora del paisaje urbano y atenuadora de la propiedad privada.
Ni Miguel Mancera Aguayo, ni ningún delegado, y ya no hablemos de los legisladores locales, están mínimamente interesados en, ya no digamos mejor el paisaje citadino, en hacer valer la ley en aras de proteger el derecho de los titulares de propiedad privada.
Debe haber soluciones contundentes a este fenómeno de expresión que lo único que evidencia es la calidad de la educación pública. En efecto, no es casual que los lugares más vapuleados por esta plaga urbana del graffiti dan los que están más cercanos a escuelas secundarias públicas vespertinas.
¿Qué acaso no sirvieron de nada los millones de dólares que invirtió Andrés Manuel López Obrador cuando, era jefe de Gobierno del Distrito Federal, en obtener recomendaciones de Rudolph Giuliani, otrora alcalde de Nueva York, para acabar con plagas urbanas como el vandalismo?
Bueno, muy al margen de este pequeño detalle que le costó millones de dólares al presupuesto del Distrito Federal, ¿qué han hecho los delegados de Benito Juárez, Álvaro Obregón, Coyoacán, Tlalpan… para combatir esta plaga urbana del graffiti vandálico?
¿Qué ha hecho la federación para poner en orden a los ‘estudiantes’ de las secundarias públicas vespertinas y nocturnas y erradicar el vandalismo del graffiti que afecta la propiedad privada de cientos, miles de mexicanos?
¿Quién ha escuchado a Emilio Chuayffet, flamante secretario de Educación Pública, encabezando una cruzada en contra del graffiti ofensivo y vandálico?
¿Quién ha sabido de iniciativas que promuevan castigos ejemplares a esos jóvenes que se manifiestan de manera criminal contaminando el paisaje urbano rayoneando propiedad privada y pública?
Pues sucede que el crecimiento de la expresión del graffiti abyecto, vandálico, es directamente proporcional a la falta de respeto que inspiran los actuales liderazgos del Distrito Federal.
Es triste y lamentable decirlo pero los políticos siguen creyendo que la sociedad los va a auspiciar legitimándolos en sus cargos y becas sus carreras políticas.
Miguel Mancera será, estoy convencido, el primero en dejar constancia de que su peor negocio fue creer que el ser jefe de Gobierno en el Distrito Federal iba a ser un trampolín para su carrera política. El problema no es llegar, sino saber hacer las cosas con voluntad e inteligencia. Ojalá los delegados lo entiendan.
No es posible ser cómplices del infortunio de México. En el extranjero nuestra reputación como país está en la lona, la percepción de los ciudadanos es que no existen liderazgos a la altura de las exigencias de los problemas nacionales.Ojalá eso lo vean los delegados en las distintas demarcaciones de la Ciudad de México para que actúen con creatividad.
No es posible, en ninguna parte del mundo que se haga llamar civilizada, que las zonas cercanas a las escuelas públicas sean las más grafiteadas. ¿Qué acaso los estudiantes de escuelas de gobierno -futuros ciudadanos del país- son vándalos? Pues claro que no!!! Eso sería confirmar la sospecha de que México es un estado fallido.
¿Cuánto cuesta ignorar el problema? La pregunta no se circunscribe al costo de borrar un graffiti, más bien al ánimo de invertir en la Ciudad de México y al ánimo del ciudadano que vive en medio de garabatos y ordinarias expresiones gráficas que lastiman las propiedades públicas y privadas.
¡Ya basta! Que sean las ideas y las propuestas con sentido y viables las que se impongan. El país no está para aguantar a vividores que han encontrado en la política un negocio personal que les dará acceso al enriquecimiento ilícito.
Está en manos de los delegados más visionarios el posicionarse como los líderes visionarios que una cuidadas combo El Distrito Federal necesita para ser un nodo fundamental para la inversión productiva de México.