Pudo ser un desastre; terminó en riñonudo empate. México resopló, como es en un lo últimos tiempos, para sacar un resultado digno ante Estados Unidos. Aplastado en el primer lapso, el Tri alcanzó a reaccionar para sacar un empate a dos, que sin duda, no deja un panorama muy claro de lo que se puede esperar de los verdes en la Copa del Mundo.

 

Un desastre en el primer tiempo, un verdadero baile. Como si el enmascarado Rey Misterio, luchador mexicano en el que la marca que viste al Tri presumió se inspiró para diseñar el verde nacional, se midiera en un encordado ante el Capitán América, o al menos a su similitud que puso la marca de la palomita en el uniforme de los Estados Unidos. Así de disparejos fueron los primeros 45 minutos. Con un local dominador, dando toque a los verdes titubeantes, sin idea, frágiles, sobre todo, en el medio campo y, claro, en la táctica fija, el el juego por arriba.

 

Y es que hay jugadores a los que en definitiva estar en el 11 tricolor les da vértigo. Lo padeció Jesús Zavala, que recibió zapateado de Michael Bradley pasmoso. El cuatro norteamericano hizo pedazos al hombre con el 17 en la espalda. Y de ahí todo se descompuso. México jugó sin escudo, con una avenida para recibir todos los embates de los de azul, blanco y rojo. Se quedó sin alguien que pudiera hilar hacia adelante. Y menos ayudó la intermitencia Carlos Peña y la indecisión de Isaac Brizuela, en el partido más flojo que ha ofrecido con la Selección Nacional.

 

Arriba, Marco Fabián desaparecido, y por ende, Alán Pulido, sin opciones de participación. Vaya, que los únicos avisos de los verdes llegaron por la banda, y gracias a los disparos de Miguel Layún.

 

México se fue abajo en al marcador como le es común ante Estados Unidos. En jugada en táctica fija. Un tiro de esquina en el, quién más, Zavala perdió la marca, y gol sobre el minuto 14 de juego. El Tri creció en desconfianza, Estados Unidos en intensidad y el segundo tanto llegó cuando Rogelio Chávez no alcanzó a Chris Wondolowski; 2-0, y Chávez, por lo visto en el campo, sin muchas opciones de una repetición en el Tricolor.

 

Fue la historia de los primeros 45 minutos, que avisaban más una goleada, que una verdadera opción de reacción. Pero el segundo lapso arrojó una transformación. Primero, porque Zavala abría un boquete, que se controló con Juan Carlos Medina en el medio. Y se abrió en posibilidades con la salida de Peña y de Chávez en la lateral, junto a la incrustación de Raúl Jiménez en la punta.

 

Porque con dos artilleros, la preocupación en el área norteamericana surgió. Si no, preguntarle a Rafael Márquez, otra vez Rafael Márquez; quien aprovechó a la zaga entretenida con la movilidad de Pulido y Jiménez, para conectar de cabeza para acortar distancias, apenas sobre el arranque del complemento.

 

Y el empate llegó sobre el 67, en combinación perfecta sobre la izquierda, con un Montes picante que cedió a la llegada de Aguilar, quien disparó potente, a la base del poste, y en el rebote Pulido no perdonó para empatar a dos.

 

Lo importante, que México aguantó el tono en el segundo lapso. Con potencia e intensidad para nivelar en lo físico y futbolístico al rival. Las opciones se multiplicaron porque Montes fue más vertical, porque Aguilar abrió una banda perdida en el primer lapso, y porque Medina taponeó un agujero porque el Estados Unidos se dio gustó todo el primer tiempo.

 

¿Y Fabián?, sí, cobró el tiro de esquina para el descuento de Márquez, pero la verdad es que el cementero pasó prácticamente desapercibido, sin la movilidad que le permitiera trascender, ni la profundidad o velocidad suficiente para desequilibrar.

 

Primer tiempo de terror, segundo de rectificación, en global; 90 minutos para ampliar las dudas sobre lo que Miguel Herrera se supone tendría ya claro a menos de 70 días del arranque del Mundial.