Ante los golpes de la vida, podemos hundirnos en la monotonía y resignarnos a permanecer atorados en el mal tiempo. O podemos cantarle al sufrimiento, con una voz que no deje cabida a la tristeza. Es por eso que vamos en busca de una catarsis a lo largo de nuestras vidas. No sabremos como llegará, lo más seguro es que no estemos preparados, pero ante la adversidad, solo queda buscar una esperanza de donde sostenernos.
La banda sonora de una vida, debería contener las canciones que cantamos en los buenos y malos momentos. Debería tener la fuerza suficiente para recordarnos por qué estamos vivos. La música puede con esto y mucho más. Es por eso que cuando una película – a veces tan semejante a la vida que duele – concentra su fuerza narrativa en la música, logra conectar con el público de una forma casi mística.
Es el caso de Alabama Monroe (The Broken Circle Breakdown) y sus estimulantes elementos musicales, ante los cuales, somos participes de un golpe certero, de esos que parecen jamás tener una salida. Alabama Monroe, narra la historia de amor entre Elise (Veerle Baetens) y Didier (Johan Heldenberg). Ella tiene una tienda de tatuajes, él toca el banjo en una banda. A pesar de las diferencias, conectan en lo que podríamos llamar “amor a primera vista”. Didier tiene una granja, su estilo de vida bien podría ser el de una estrella de rock, nunca ha pasado por su cabeza formar una familia, menos tener un hijo. Elise, tiene tatuada una cruz en el cuello, señal de su creencia y forma de vida, la cual es completamente diferente a la de Didier – es ateo y en más de una ocasión expresa su desprecio por la religión-. Elise ha encontrado en su fe, una mano de la cual sostenerse en la vida. Didier, parece despedir en sus cantos y en su música la catarsis que antes les había mencionado.
Parece no haber un manual o personas que estén preparadas para ser padres, menos para una pareja que vive al ritmo del bluegrass y toda la bohemia que ello implica. Por eso cuando Didier descubre que será padre, todo su futuro no planeado, parece colapsar. Al final, los dos comprenden que es momento de comenzar una nueva etapa en sus vidas. Reciben a Maybelle, como un regalo que les ha dado la vida.
Maybelle enferma de cáncer, hecho que noquea terriblemente a la pareja. Didier parece haberse quedado sin su escudo que aparentaba tener, Elise con todo y el “sentimentalismo” – el cual hace evidente su esposo – se sostiene con una actitud fuerte ante el problema. Maybelle parece mejorar y sale del hospital, pero ante tal enfermedad – que aún hoy día, parece no tener una cura- las recaídas no avisan. Los padres se enfrentan ante la realidad, Maybelle ha sus seis años, ha perdido la lucha contra el cáncer.
A partir de la muerte de su hija, nos enfrentamos a un drama alejado de las películas hechas en Hollywood. Y es que las tragedias se mantienen en un hilo demasiado débil del que podemos esperar cualquier ruptura. Ante la pérdida de un ser querido, parece que el restablecimiento emocional significa lo más duro de llevar.
Es cierto que todas las culturas tienen su alma bien arraigada, algunas más que otras. El hecho de que Didier toque música country viviendo en Bélgica y sienta un amor por los Estados Unidos, es una prueba de la música y su arte de romper fronteras.
He mencionado la fuerza de una banda sonora, y el hecho de que Alabama Monroe la haya utilizado como eje central de su narrativa, me recuerda a Inside Llewyn Davis. La película de los hermanos Coen, maneja una banda sonora electrizante que da justo en el hastió de la vida de su personaje; con Alabama Monroe, la música lleva las riendas y nos transmite lo que los personajes están atravesando. Con esto, no estoy diciendo que la música sea mejor – en estos dos casos- que la película, simplemente es una muestra magistral de cómo se debe emplear este recurso narrativo.
Johan Heldenberg, escribió la obra teatral que luego serviría a Felix Van Groeningen para dirigir la película. Y es el mismo responsable de crear la obra, el que despide una actuación llena de fuerza, la cual colisiona con el papel de Veerle Baetens, y de igual forma con el de su hija. Hay un momento en la película, donde se estrella un pájaro con el tejado de la casa, la niña sufre por el hecho de su muerte, mientas el padre propone simplemente tirar a la basura al animal. El choque de la fe o el sentido de pertenencia a un universo complejo, son cuestiones que toca Alabama Monroe, y lo hace apegándose a la debilidad de la humanidad, esa debilidad que nos hace temblar ante los momentos más básicos. Didier no es capaz de explicar el simple hecho de que el animal haya muerto, y su hija le da una lección humana, de esas que en la niñez parecen comprender perfectamente los niños, pero que al crecer nos cuesta trabajo asimilar.
Alabama Monroe estuvo nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa, de igual forma ganó un premio Cesar a la mejor película extranjera. La película es una muestra al estilo del cine europeo de cómo se enfrentan las situaciones más adversas en la vida. Y como les decía al principio, hay que cantar al sufrimiento, y dejar que la música nos componga la banda sonora de nuestras vidas.
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