El pasado 1 de marzo el Deportivo Lomas Altas, campo del Estado Mayor Presidencial al norponiente de la Ciudad de México, alucinó con la quinta edición del festival NRMAL. El DF fue por primera vez sede de la celebración, nacida en Monterrey, que reúne este año un line up nacional e internacional con proyectos musicales independientes (más de 40) como Blood Orange, Silver Apples, Destroyer o Paul Marmota. En Monterrey el festival se celebra del 5 al 9 de marzo.

¿Qué es NRMAL?

Es una plataforma que sirve de impulso a emergentes y heterogéneas propuestas musicales de México y del mundo (Estados Unidos, Chile, España, Reino Unido, Puerto Rico, Colombia, Costa Rica, Canadá, Australia y Francia); un festival minuciosamente organizado y bien equilibrado, donde cada elemento y actividad encajan perfectamente en una atmósfera de farra y exploración de conceptos sonoros; una celebración digna de aplausos.

Adolfo Resendiz, de Yaconic, indicó que su paso por el NRMAL resultó ser una experiencia bastante agradable y enriquecedora que le dejó un sinfín de imágenes en la memoria, aunque fue confuso al comienzo. La vestimenta de los asistentes, por ejemplo, era diversa: no faltaron los atuendos multicolores llenos de vida y psicodelia, los glamurosos cual catrín contemporáneo, o los que dejaban poco o nada a la imaginación: diminutas prendas. Todos éstos acompañados, por lo general, de gafas multiformes, gorras, playeras y calzado de diseñador. Y es que los asistentes al NRMAL dejaron claro que la vida es también una expresión de originalidad, identidad y personalidad.

Tampoco faltaron las ninfas con coronas de flores que con bellas sonrisas invitaban a columpiarse entre tiras plateadas y globos blancos, mientras altavoces perfectamente ecualizados se complementaban con juegos de luces inigualables, intoxicando los sentidos para provocar ese movimiento del cuerpo llamado baile.

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¿Qué oferta trajo NRMAL al DF?

Se podía apreciar y sentir desde distintas ópticas. Para aquellos con vocaciones especiales los columpios, sube y baja y las rampas de skateboarding. Para otros las carpas de artículos oficiales. Para los amantes de las letras, las carpas de poesía con sus singulares exponentes como Fausto Alzati y sus Poemas perrones para la raza. Por su parte, la gastronomía ofrecida resultaba apropiados para disfrutar del clima nublado, volar una cometa y, ¿por qué no?, entablar conversaciones con extraños en un completo ambiente de fiesta y camaradería.

Cerca de 2 mil espectadores coexistían sin contratiempos gracias a la practicidad del lugar. Bastaba caminar unos cuantos metros para salir del contingente de personas que optaban por acostarse en el césped frente a los escenarios principales, y caminar otros cuantos metros más en las áreas verdes del deportivo —guiado por bastas y coloridas señalizaciones— para llegar al escenario Noisey, lugar de coreografías extravagantes, regido por una lógica demencial y personalidad Techno.

Rock y Techno juntos más no revueltos.

Aún con la llegada del frío de la noche los ánimos no se congelaron. De ser un grupo de individuos en el vaivén de los escenarios en la tarde, la oscuridad provocó que se formaran dos bandos perfectamente diferenciados. Por una parte estaba el escenario Noisey con su sequito de puristas del Techno, y por otra la pandilla más rockera, que buscaba espacio en las propuestas experimentales de los escenarios principales Azul y Rojo. Uno a lado del otro, para no perder detalle. El olor a hierba imperaba en ambos escenarios mientras los bríos se elevaban y las primeras víctimas sucumbían ante el poder del LSD y el alcohol.

En orden de aparición, los más destacados fueron Merchandise, con su energía y voces sucias; Superpoze, con su set brillante y energético; el chileno Paul Marmota de la productora N.A.A.F.I; la fuerza de las guitarras de Wolf Eyes; la belleza y voz de Anika; la sensualidad melancólica y los ritmos urbanos underground de Kelela; el señorón de Silver Apple con su electrónica experimental que daba fuego a la noche, y sin duda alguna el broche perfecto para cerrar fue el Funk, alegría y magia de Blood Orange (banda headliner), toda una experiencia sensorial orquestada por el poder de un sax.

¿Qué le dejó NRMAL al DF?

Una vez terminada la velada, la salida no tuvo mayores complicaciones. Si se llevaba coche, el valet entregaba y sin mayor contratiempo podía llevarse a cabo la retirada; si esto no sucedía así, había una base de taxis -con tarifas demenciales- que podían llevar al usuario sano y salvo a su destino.

Si bien el Festival NRMAL en la Ciudad de México fue una experiencia nueva para todos los asistentes, el ambiente, las condiciones, el cuidado minucioso de cada detalle de la organización y en general los buenos momentos de esta gran fiesta, dejaron un buen sabor de boca. Algo que pocos festivales o propuestas sonoras hacen en la actualidad.

El NRMAL se va con la promesa de regresar; y nos deja la reflexión sobre cómo se debe hacer un festival de música.