Timothy Bradley nunca imaginó tener que vengar una victoria.
Cuando el campeón de peso welter venció a Manny Pacquiao hace dos años con lesiones en ambos pies, pensó por un instante que había alcanzado la cima del boxeo. Ni siquiera había salido del cuadrilátero del MGM Grand Garden cuando se enteró de que prácticamente nadie estaba de acuerdo con los dos jueces que le dieron el triunfo por decisión dividida.
Luego de amenazas de muerte, depresión y una notable transformación personal, Bradley (31-0, 12 nocauts) regresa el sábado a ese ring en Las Vegas, para una revancha con el legislador filipino. Bradley intenta dejar atrás dos años de humillación y frustración con un triunfo decisivo sobre Pacquiao, lo que le daría el crédito que le ha resultado tan huidizo.
“Siempre he creído que solo hay una oportunidad, pero esta es mi segunda aquí”, dijo Bradley. “Es mi segunda oportunidad de ser parte de la grandeza y vencer a un tipo como Manny Pacquiao, quien es uno de los mejores peleadores de todos los tiempos. El tipo se ha enfrentado a todos. Ganarle a un tipo como él, que es un ícono, sería algo épico”.
Sin embargo, la pelea podría ser incluso más importante para el Pacquiao (55-5-2, 38 nocauts), cuyo ascenso en el deporte fue frenado en 2012 con dos derrotas. El campeón en ocho divisiones estará peleando tanto ante Bradley como contra la popular percepción de que ha perdido su espíritu competitivo, trasladando su interés a la política y la compasión por encima del brutal negocio del boxeo.
Pacquiao, de 35 años, y su entrenador Freddie Roach insisten que los clientes del “pago por ver” en la TV verán al mismo “Pacman” que se devoró a todos sus rivales durante una racha de 15 triunfos antes de la polémica decisión en favor de Bradley.
“Esta vez, creo que primero tendré que terminar el negocio antes de ponerme amistoso con él”, dijo Pacquiao. “Tenemos asuntos en el ring y tengo que hacer todo lo que pueda”.
Hay poca duda de que ambos púgiles llegarán completamente preparados a la revancha luego de dos incesantes años de declaraciones sobre lo sucedido en esos 12 rounds. Ambos están también en gran forma. Bradley pesó 145.5 libras el viernes, mientras que Pacquiao se estaba hidratando incluso antes de marcar 145 libras en la báscula del MGM Grand Garden.
“La primera vez, estuve lesionado desde el segundo round y aun así encontré el camino”, dijo Bradley. “En esta ocasión no estoy lastimado y utilizaré calcetines”.
Roach en alguna ocasión rechazó la idea de una revancha con Bradley, al considerar que el estadounidense no era imán de taquilla para Pacquiao. Junto con el resto del mundo del boxeo, Roach encontró nuevo respeto por Bradley el año pasado, luego de un sensacional triunfo plagado de acción ante Ruslan Provodnikov, también entrenado por Roach, y una fina victoria sobre el mexicano Juan Manuel Márquez.
“Bradley es mejor peleador de lo que muchos aceptan y sabemos que tiene mucho corazón”, dijo Roach. “Eso no cambia el hecho de que Manny tiene un plan y lo vencerá nuevamente, esta vez ante todos”.
El californiano ha atacado verbalmente al filipino en las semanas previas al combate, señalando que ha perdido el instinto asesino. Pacquiao, quien no ha noqueado a un rival desde 2009, señala que todavía tiene el poder y la capacidad de hacerlo.
Y el viernes durante la bulliciosa ceremonia del pesaje, Bradley —quien solo tiene un nocaut en siete años— dijo que la mejor forma de sacarse de la cabeza aquella decisión de 2012 es lograr que la contienda concluya antes del duodécimo asalto.
“Tengo que noquearlo”, dijo Bradley. “Es lo que tengo que hacer”.