Hay un tipo de chica. Esa chica sarcástica, quizás radical, que dice odiar al mundo. La chica que lleva botas militares y sale a la calle con el antifaz que compró en una sex shop: sería pretenciosa porque se sabe demasiado cool pero resulta encantadora con sus dudas, su sensibilidad y su mundo interno.
A primera vista, Enid y Rebecca ejemplifican el estereotipo femenino de la llamada Generación X, no sólo por su vestimenta, sino también por su inclinación a lo freak, a lo creepy y al sinsentido.
Ubicada en cualquier pueblo de Estados Unidos, Ghost World, de Daniel Clowes, se centra en la compleja amistad de estas dos adolescentes de suburbio, una vida que transcurre a través de dinners, supermercados y talk-shows donde desfilan personajes más bien incómodos: el pederasta que se dice inofensivo porque ve pornografía infantil generada por computadora o la chica con el tumor enorme que le deforma la cara.
Parecería sencillo retratar el lado patético del universo WASP (White Anglo-Saxon Protestant), sin embargo, Ghost World muestra también su parte escondida, donde el factor cotidiano es la soledad. La obra cumbre de Daniel Clowes posee la melancolía de lo perdido, de las cosas que se transforman.
A veces oscuro, otras gracioso y francamente conmovedor, Daniel Clowes (Chicago, 1961) no es un autor del todo fácil de leer. Hay algo incómodo en sus cómics, quizás demasiada desesperanza y pesimismo.