VALENCIA. Carlo Ancelotti necesitaba un partido como el que protagonizó en la final de Copa del Rey, con una apuesta valiente con Isco Alarcón y un movimiento táctico que sorprendió al ‘Tata’ Martino, al pasar a jugar con 4-4-2, meter a Gareth Bale como segundo punta y fulminar la leyenda que le comenzaba a perseguir.

 

La final de Copa del Rey dejaría marcado al técnico que saliese derrotado. Al ‘Tata’ Martino por llevar a la deriva un proyecto que se encamina a un año sin títulos de prestigio. A Ancelotti por una leyenda que comenzaba a devorarle en los duelos directos ante grandes rivales. En días en los que su equipo no había estado a la altura y no encontró el camino hacia el triunfo.

 

Quedó marcado el técnico del Real Madrid en el Camp Nou en Liga con una apuesta que ya nunca repetiría. Aquel día tuvo una ‘reminiscencia mouriñinesca’ ubicando a un central como medio centro. La decisión de situar a Sergio Ramos en el centro del campo sorprendió hasta al propio jugador, que jugó condicionado todo el Clásico por una cartulina amarilla.

 

El mensaje que lanzaba de inicio en la final de Copa del Rey era justamente el opuesto. La baja por lesión de Cristiano Ronaldo le obligaba a retocar su once ideal. Pudo aumentar el músculo en la zona de construcción apostando por Asier Illarramendi, pero optó por la fantasía de Isco Alarcón. Antes que el currante eligió al mago que ha conseguido convertir también en obrero cuando el balón lo tiene su rival.

 

Un mensaje de fútbol para jugar al Barça con sus mismas armas, salir a arrebatarle el balón y buscarle las cosquillas con un movimiento inesperado. A las ausencias defensivas en el centro de la defensa del rival las atacaría con Karim Benzema y un nuevo compañero, el galés Gareth Bale. Así consiguió teñir de blanco los primeros veinte minutos de la final y desfigurar al Barcelona.

 

Ancelotti había ganado las dos finales de Copa que había disputado hasta la fecha, una con el Milán y otra con el Chelsea. En la tercera no falló al madridismo que le exigía un triunfo importante. Era la primera oportunidad de conseguir un título y de paso igualar ya, aún con vida en las otras dos competiciones restantes, lo que consiguió José Mourinho en su primer año. Y lo consigue tras guiar al Real Madrid a una nueva semifinal de Liga de Campeones.

 

El punto de los doce en Liga ante los rivales contra los que lucha por la Liga, Atlético de Madrid y Barcelona, el empate en Turín ante el Juventus o la preocupante imagen de Dortmund en Liga de Campeones, eran los argumentos más usados para señalar a Ancelotti como un mal motivador. Poco importaba el 3-0 de las semifinales coperas al Atlético de Madrid o la ida de cuartos europea al Borussia Dortmund.

 

Se cayeron por tierra cuando Ancelotti mostró su mano de entrenador con su planteamiento inicial. Con ventaja en el marcador el Real Madrid recuperó algo que tiene inoculado de años atrás, el contraataque. Defendió en su terreno de juego y estuvo cómodo amparado en la velocidad de Bale y Di María. Los cambios los realizó como siempre tarde, pero en esta ocasión sirvieron para arañar segundos al marcador. El gol final de Bale fulminó una leyenda negra que comenzaba a perseguirle al técnico italiano. Ya nadie le podrá acusar de no dar la talla en los días grandes.