El inicio de Amazing Spider-Man 2 no podría ser más prometedor. Luego de un innecesario prólogo (vil calca del comienzo de The Dark Knight Rises), aparece nuestro héroe en una secuencia de acción que comienza con una caída libre desde algún rascacielos de su natal Nueva York para luego columpiarse con su telaraña y perseguir a unos malandros que han cometido algún robo.
El 3D, la pantalla ampliada del formato IMAX, la música de Hans Zimmer, los encuadres en primera persona, los cortes, el ritmo, el bullet-time, además del sorprendente trabajo de animación y efectos especiales, resultan en una experiencia que probablemente se equipare a la misma que vivieron aquellos que observaron por primera vez a Christopher Reeve volar majestuoso con la capa y el traje azul (Superman, Donner, 1978).
Estamos ante el Spider-Man clásico, aquel que disfruta ser un héroe, que hace bromas, que no se contenta con atrapar a los villanos sino que los humilla en una especie de pequeña vendetta por todo el bullyng que sufrió Peter Parker antes de convertirse en El Sorprendente Hombre Araña.
Por un minuto pensamos que esa actitud y esa destreza técnica al servicio del vértigo, el asombro y el humor, serían la regla de este Spider-Man; por un momento nos ilusionamos con la idea de que finalmente Marc Webb haya aprendido de los errores cometidos en el pasado y que corrija el camino.
Pero la realidad pronto nos pega de frente; Webb no sólo no logra entregar una mejor película sino que básicamente se empeña en hacer la misma cinta una y otra vez. En esta entrega (como en la anterior) Parker continúa debatiéndose entre terminar su relación con Gwen Stacy (Emma Stone) para así alejarla del peligro inherente al ser “la novia de Spider-Man”, o dejarse llevar por el hecho de que -¡vamos!- está saliendo con la chica más guapa del universo.
Mientras ese profundo debate sucede, conocemos a Max Dillion (Jamie Foxx vuelto vil marioneta), introvertido y solitario ingeniero que trabaja para Oscorp y que, además de ser un patético insufrible, es víctima de bullying laboral (otro bullied más). La frustración, la torpeza y el hecho de que claramente es un desadaptado mental, son campo fértil para hacer de este patetismo un supervillano, sólo se necesita una decisión estúpida, algo de arbitrariedad, (¿que hace ahí ese estanque de anguilas?) y un poco de ciencia.
Este nuevo villano -remedo de Dr. Manhattan (Watchmen, Snyder, 2009) pero con calzones (ya sabe, hay que pensar en los niños)- pronto se unirá al joven Harry Osborn (Dane DeHaan), heredero del imperio Oscorp, con el fin de destruir a Spider-Man.
Estamos pues en el mismo escenario de hace un par de años: el científico loco que sufre una transformación física, la búsqueda de la verdad sobre sus padres, el dilema sentimental al no saber si dejar a Gwen o seguírsela pasando chévere, los cada vez más ridículos pretextos para justificar los moretones con los que llega a casa con tía May, y todo ello sucediendo no sólo de maneras poco plausibles sino peor estructuradas; mucho diálogo y densidad en una cinta que se comporta de modo esquizofrénico: es una comedia, es una cinta de acción, es un romance juvenil, es un drama. Y en pocos de esos frentes destaca: los villanos son el peor cliché posible (sólo les falta carcajearse), sus motivaciones son por demás sosas y carecen de profundidad alguna, el drama de los padres no sólo es predecible desde la primera cinta sino que su resolución no ayuda en nada a la trama, y la situación con la tía May es ya ridícula (aunque a veces abona al humor).
Pero es también justo reconocer un avance brutal en cuanto efectos especiales. Las escenas de acción de este Hombre Araña superan por mucho a todo lo hecho en el pasado, más aún en la versión en tercera dimensión y en pantalla IMAX. El bullet-time vuelve a ser relevante una vez más.
Pero el precio por vivir esas escenas es alto: un romance que (otra vez) a nivel guión se confunde con una desarticulación terrible, un drama detectivesco que se torna desgastante por la falta de plausibilidad (¿qué con ese vagón de metro que surge del piso?), una sobreexposición ad-nauseam (“¡claro!, en la escuela nos enseñaron que una batería si la recargas explota”) y en general un guión sobrepoblado de sub-tramas y villanos (¿al final de qué sirve Electro sino como mero proveedor de espectáculo y pirotecnia?) en caos total.
Con un final por demás digno (en gran medida porque se trata de una calca al cierre de The Incredibles, Bird, 2004), Amazing Spider-Man 2 resulta más espectacular que cualquier otra cinta que se haya hecho del arácnido, pero también es más torpe, peor estructurada y con un guión tan mediocre que hace necesario revalorar al Spider-Man 3 de Raimi como la peor cinta sobre el arácnido: he aquí una digna competidora a tan infame título.
El Sorprendente Hombre Araña (Dir. Marc Webb)
2.5 de 5 estrellas.