Es la cuarta mujer que recibe el galardón más prestigioso de la literatura en español y antes de hacerlo, se tomó el tiempo para conversar sobre lo que significa recibir este reconocimiento.
– Doña Elena la queremos entrevistar en Madrid. ¿Tendrá una secretaria allá para pedirle una cita?
– “No soy el Presidente de la República, solo soy una pinche escritora. Venga a verme al hotel y la atiendo con gusto”.
La respuesta directa de Elena Poniatowska, al teléfono en la ciudad de México, hace fácil lo que parece difícil. Dicho y hecho. Aparecí en su hotel una mañana de quietud madrileña con motivo de las vacaciones de Semana Santa. La escritora se aloja en un hotel de cuatro estrellas a pocos metros de la Gran Vía. Disfruta del desayuno junto a unos amigos y familiares.
“Venga a verme mañana a las 10. Acabo de llegar y necesito recuperarme un poco”. Al día siguiente, la que escribe, aparece puntual y mientras una fila de ejemplares de su último libro: El Universo o nada, aguardan su turno para ser firmados ante la atenta mirada del personal de la editorial Planeta, la flamante Premio Cervantes 2013 se sienta a platicar con esa amabilidad y simpatía tan mexicana y tan entrañable.
A sus 82 años, derrocha entusiasmo y alegría. Viste una falda negra y lleva un abrigo de ante verde oscuro con el que combate el extraño tiempo de estos días en Madrid, que oscila entre la primavera y el invierno que se resiste a terminar. Elegante y distinguida, su aspecto corresponde a la “niña bien” que siempre ha sido, aunque milite como la periodista más activista en aquellos frentes que le parezcan injustos, que son muchos y frecuentes.
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