Por Araceli Cano 

Soy una figura molesta pero necesaria, decía Emmanuel Carballo, quien falleció este domingo, a los 84 años, en la Ciudad de México, de un problema cardíaco, de acuerdo con fuentes cercanas al escritor y ensayista.

“Mi papel se presta más a la censura que al elogio. Y es natural, el crítico es el aguafiestas, el villano de película del Oeste, el resentido, el amargado, el ogro y la bruja de los cuentos de niños, el viejo sucio que viola a la chica indefensa, el maniático, el doctor Jekyll y míster Hyde: en pocas palabras, el que exige a los demás que se arriesguen mientras él mira los toros desde la barrera”.

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El crítico mexicano Emmanuel Carballo afirmaba que sus simpatías literarias como crítico estaban con los innovadores, con aquéllos que luchan por implantar una manera de vivir (de escribir) distinta.

“En los momentos más significativos de sus vidas como escritores prefiero a José Vasconcelos y no a Antonio Caso, a José Juan Tablada y no a Efrén Rebolledo, a José Gorostiza y no a Jaime Torres Bodet, a Octavio Paz y no a Rafael Solana, entre otras muchas opciones que podría citar”.

Explicó que los primeros representaban la voluntad de ruptura y los segundos (al margen de sus propias aportaciones) la conformidad, en cierto modo, con el statu quo. “De las dos partes de esta opción opto por la primera, la de los acróbatas que ejecutan sus piruetas a gran altura y no tienen, abajo, una red que los proteja”.

Emmanuel Carballo nació en Guadalajara, Jalisco, el 2 de julio de 1929. En su juventud frecuentó la poesía y la prosa narrativa; a partir de la madurez se dedicó a la historia y la crítica literarias.

“A lo largo de 60 años he tratado de ser fiel a mí mismo y congruente con las ideas en que sustenté y sustento mis tareas como escritor y hombre preocupado por sus semejantes”.

Carballo realizó estudios de derecho en la Universidad de Guadalajara, en cuyo Departamento de Letras fue profesor, investigador de tiempo completo y Maestro Emérito. En Guadalajara fundó las revistas Ariel y Odiseo; en la ciudad de México, en compañía de Carlos Fuentes, la Revista Mexicana de Literatura. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de El Colegio de México. Como editor creó la Editorial Diógenes y fue director literario de Empresas Editoriales.

Fue miembro del Sistema Nacional de Creadores y antes del Sistema Nacional de Investigadores y formó parte del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. Ha obtenido importantes premios estatales, nacionales e internacionales.

Algunas de sus obras son El cuento mexicano del siglo XX (1964), Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX (2001), los dos primeros tomos de sus memorias: Ya nada es igual (2004) y Diario público 1966-1968 (2005) y la ya clásica Protagonistas de la literatura mexicana (1965) reeditada en varias ocasiones, dos de ellas de proporciones desacostumbradas entre nosotros. En este momento da los toques finales al tercer tomo de sus memorias, Párrafos para un libro que no escribiré nunca.

Asimismo se pueden mencionar los libros de poesía Amor se llama y Eso es todo, y el cuento Gran estorbo la esperanza.

En su página de Internet, Emmanuel Carballo nos dejó una posdata:

“No he claudicado, he sido fiel a mí mismo. Aprendí de mamá que mis errores son míos y sólo a mí me pertenecen. Aclaro: puedo equivocarme por incultura o inexperiencia, pero nunca por provecho personal. Soy una persona honrada. Cuando se me lea sin los prejuicios de la hora presente seré un autor indispensable para entender ciertos años, ciertos periodos y ciertos autores. Se estará de acuerdo con algunos de mis juicios y en desacuerdo con la mayoría de ellos: la crítica, después de veinticinco años de emitida, es tan obsoleta como un zeppelín, y yo soy probablemente un zeppelín”.

Y sentenció: “Como crítico me sucederá lo que un día observó Alfonso Reyes: llegará un joven en el último barco y pondrá en tela de juicio todo lo que pensé y edifiqué y se pitorreará de mí. Y yo ya estoy esperando a ese joven que va a tener razón como yo la tuve cuando fui irrespetuoso con mis mayores.