Miles de peregrinos, banderas y sacos de dormir en mano, visitaban hoy algunas de las iglesias abiertas de par en par en Roma en torno a la medianoche para rezar durante la víspera de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II.

 

Una docena de templos de la capital italiana comenzaron hacia las 21:00 horas locales (19:00 GMT) una vigilia durante la cual permanecieron abiertos para recibir a los miles de peregrinos y turistas que el domingo asistirán a la proclamación de los dos papas como santos.

 

Un grupo de religiosas de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús se resguardaban como podían de la lluvia mientras anochecía en la capital italiana: “Vamos a estar aquí toda la noche porque hemos venido a participar de la ceremonia”, aseguraron.

 

“Hemos estado toda la mañana en la plaza, volveremos a partir de las cinco de la mañana”, prometía a Efe una de ellas, dejando claro que asistirán a la ceremonia que concelebrarán el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI desde las 10:00 horas locales en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

 

Les acompañaban varias chicas, que explicaban: “Hemos venido con ellas desde Santander (norte de España) durante dos días en autobús. Dormimos en Francia y llegamos anoche. Somos 64 chicos y chicas de un colegio”.

 

Un joven sacerdote que portaba una gran cruz de madera en el centro del puente del Santo Ángel, sobre el río Tíber, sobre la que muchos peregrinos que pasaban clavan un papel, contaba por su parte que estaba pidiendo “intenciones de oración; la gente como símbolo las ponen en la cruz para que recemos por ellas”, declaraba a Efe Alejandro, religioso mexicano en formación, miembro de los Legionarios de Cristo.

 

A pocos cientos de metros de allí, la plaza Navona estaba repleta de público, como suele ser habitual, pero esta noche era diferente, porque decenas de banderas polacas ondeaban junto a la fuente de los Cuatro Ríos ya que se estaba adorando al Santísimo en la puerta de la iglesia Sant Agnese in Agone en la lengua de ese país.

 

Otra de las doce iglesias que albergaron más peregrinos durante esta noche de vigilia fue la iglesia jesuita del Nombre de Jesús, donde cientos de hispanoparlantes, sobre todo procedentes de España, iniciaban con retraso, entre la tumba de San Ignacio de Loyola y la mano de San Francisco Javier, un rato de oración que incluía adoración, rezo del rosario y confesiones.

 

El fundador del Camino Neocatecumental, Kiko Argüello, tomaba la palabra en, como él mismo aseguró en tono desenfadado, “itañolo”, para que los italianos allí presentes, en menor proporción, pudieran comprender sus mensajes.

 

Se trataba de un anuncio de Pascua que él denominó kerigma, un término griego: “Jesucristo ha resucitado y nos ama; nos ha elegido aquí porque no somos perfectos”.

 

Dulce y Paqui Dobarganes Cuevas, dos hermanas sevillanas de 46 y 52 años, formaban parte de ese itinerario de expresión de su fe católica: “Juan Pablo II ha sido nuestro papa, muy importante en mi vida de fe”, declaró a Efe la primera.

 

Su hermana mayor contaba que había padecido un cáncer y que se encomendó al papa polaco.

 

“Me he visto curada gracias a él, en 2006, después de morir él. Le debo muchísimo”, insistía.

 

Varios sacerdotes hablaban animadamente en la escalera de acceso a la iglesia, entre ellos el joven valenciano Pablo Sala, estudiante en Roma y residente en el Colegio Español, quien confesó que está “viviendo las canonizaciones muy intensamente, acompañando a los jóvenes de nuestras diócesis, y esperando que haya una renovación en la Iglesia en todos los sentidos”.

 

Muy cerca de ellos se podían ver varias banderas, una de ellas del Sarus, el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla, que portaba Álvaro, amigo de Rocío Rengifo, psicóloga de 24 años.

 

Hemos venido 18 jóvenes porque estos papas son un gran ejemplo para nosotros, y raíz de la JMJ (Jornada Mundial de la Juventud) de Madrid nos juntamos. Nos hacía mucha ilusión, ya vamos camino de San Pedro”, contaba al poco de comenzar la vigilia romana.