Y la bestia blanca voló apagando el fuego de Múnich: Bayern Múnich 0, Real Madrid 4 (humillante 5-0 global). Nada mal para ser el primer triunfo albo en tierra del Bayern, nada mal para ser el regreso de los Merengues a la final de la Champions League luego de 12 años. Nada mal para una venganza por la que Sergio Ramos esperó dos largos años, desde aquella semifinal con todo y penalti fallado en el Bernabéu y para que Cristiano superara aquellos 14 tantos de Messi con los 16 a los que llegó ayer para una nueva marca europea. Nada mal para una revancha de los de Chamartín sobre Guardiola… Nada mal para extinguir a una bestia negra que nunca será igual.
Fue el triunfo de la contundencia sobre la tenencia de la pelota. Inútil posesión cuando el porcentaje en las estadísticas dice 64 por ciento para los rojos, y sólo 36 para los blancos, en un rubro absolutamente menor cuando se voltea a ver el marcador y a la afición del Bayern abandonando el Alianza Arena a 10 minutos del final.
Y es que nunca en la prolífica historia del todopoderoso gigante alemán le habían encajado una humillación así, como nunca en la galardonada historia blanca, el Real había avanzado a la final de la Champions con tal muestra de poderío.
Ahora el Madrid estará en Lisboa para la final, donde seguramente la idolatría a Cristiano pesará; 12 años después Iker regresará a un partido definitivo, no como emergente salvador de César, sino como el César blanco que podría empezar su adiós definitivo de los merengues con regaló incluido de la décima para sus amados blancos.
Ayer, Ancelotti logró lo que tanto se le negó a Mourinho. El técnico italiano dio cátedra ante los de Guardiola. Les tendió una trampa simple, obvia, de invitación a un suicidio ante el mejor equipo del mundo en el contragolpe, y Pep, necio hasta las narices, picó una, y dos y tres veces. Picó porque el Bayern es frágil en la defensa aérea, porque su zaga es lenta y a Pep le valió un cacahuate, la expuso y perdió; perdió porque Ramos se atascó de venganza en dos minutos con dos cabezazos que mataron a la bestia, perdió porque Cristiano es un monstruo insaciable a la contra y pícaro, muy pícaro a la hora de la media distancia.
Hoy Madrid celebra el resurgimiento de la bestia blanca. Ancelotti se relame lo bigotes por la victoria, Ramos celebra que la Champions le pagó lo que le debía, Iker, que está de vuelta a por la “orejona”; y mientras tanto Múnich arde tal como lo prometió Rummennigge, arde como nunca se lo imaginó Guardiola, arde y la prensa germana se da un banquete con las cenizas.