La parte más grave de la crisis de identidad como partido político e ideología del PRD se percibe en el DF. Como el jefe capitalino Miguel Ángel Mancera llegó por el PRD pero gobierna para todos, y el perredismo se ha convertido en un lastre para la modernización capitalina.

 

Las intenciones de Mancera se han centrado en dotar al DF de la condición de ciudad, con el objetivo de elevarlo a una institucionalización que requiere de una Constitución. Pero el PRD ha convertido a la ciudad de México en rehén de intereses basados en control de masas, determinados por el uso de programas asistencialistas.

 

Así, en el PRD han entendido la lógica de la modernización política: la posibilidad de que el DF se convierta en ciudad de México con derechos como entidad federativa republicana atraviesa necesariamente por la reorganización de la estructura política e institucional.

 

El PRD está metido en un cruce de coordenadas: la disputa por el control del partido entre Los Chuchos, los cardenistas, los lopezobradoristas, los ebradistas, los radicales y los bejaranistas. Y no se trata de tener un partido moderno y democrático, sino que se parte del criterio de partido-franquicia: quien controle el partido tendrá la posibilidad de imponer candidato a jefe de gobierno en el 2018.

 

Por lo pronto ya hay varios tiradores: Dolores Padierna por los bejaranistas, el promotor de la legalización del consumo de la marihuana, ex rector de la UNAM y frustrado lopezobradorista Juan Ramón de la Fuente por Los Chuchos y acaso por los ebradistas y Carlos Navarrete también por Los Chuchos. Entre los jaloneos se sobretensa la reforma política impulsada por Mancera para modernizar el PRD. De ahí que la elección de nuevo dirigente nacional de este partido esté desestabilizando la vida política capitalina.

 

Lo malo de todo es que el PRD carece de una visión estratégica de la política y se ha pasado 25 años disputando parcelas de poder, sin un proyecto político coherente y funcional. Si Mancera no logra el apoyo del PRD para la reforma política, las urnas van a castigar severamente al PRD en el DF en las elecciones capitalinas -diputados federales, asambleístas y jefes delegacionales- del próximo año.

 

Hasta ahora el jefe de gobierno Mancera no ha podido centrar en el debate capitalino su reforma política porque las condiciones han exhibido a un PRD más agitado por las elecciones internas y metido en movilizaciones ajenas al partido, como los bejaranistas, más aliados de López Obrador que de la agenda de las bancadas legislativas perredistas.

 

La reforma política de Mancera podría ser la última oportunidad para darle al DF-Ciudad de México un estatus de soberanía constitucional que no tiene porque legalmente sigue dependiendo de la Presidencia de la República. En año y medio Mancera ha avanzado en la defensa de los derechos de los ciudadanos capitalinos que habían sido pisoteados por las minorías perredistas acostumbradas a gobernar a golpes de presiones callejeras. Sin embargo, el PRD y sus aliados de la izquierda radical y anarquistas que los acompañan, ahora combaten contra el jefe perredista de gobierno que les ha ido quitando espacios de poder capitalino.

 

En todo caso, a Mancera le ha faltado establecer alianzas más sólidas con la ciudadanía no perredista de la Ciudad de México para encapsular el radicalismo perredista en la lucha política pero sin convertir a la capital en rehén del lumpen político capitalino. Si el PRD encabeza la modernización, va a ganar mucho; si la modernización pasa por encima del PRD, entonces habrá muchas sorpresas electorales en el DF el próximo año.

 

De ahí que desde las diferentes tribus del PRD haya una movilización “Todos Unidos contra Mancera”, el Tucom que quiere frenar la modernización social del DF.