La expresión de historicidad puede ser sólo un concepto para algunos y para otros el nacimiento del presente. En términos de devenir histórico los sucesos del pasado han propiciado las condiciones para que hoy esté escribiendo estas palabras frente a mi computadora. Sin eso que existió antes que yo, mi ser en sí no sería posible, mis personajes del pasado pudieron haber tomado decisiones que cambiarían el curso de mi presente y facilitaran que yo (quien fuera que Yo fuese) estuviera ahora mismo en Amorebieta tomando un buen vino y escribiendo.

 

Pensar en la estrecha relación de la línea del tiempo personal y de las que se yuxtaponen a las nuestras, es pensar en una compleja red, una jugada que la vida le brinda a los seres vivos, la cual es ineludible. Lo que ha sido antes de mí, lo que haré ahora para cambiarlo y lo que provocará en la construcción de futuro, es hablar de algo que se consume.

 

La novela de Isabel Allende “La casa de los espíritus” es un dibujar el pasado para entender el presente de un personaje, de la historia de una familia, perdida entre miles dentro de un contexto histórico, lleno de conflictos sociales. La escritora no dice manifiestamente en dónde se desarrolla su historia, pero deja ver por ciertos elementos la situación de un Chile de los años 50 en adelante.

 

Esta obra, quizás de las menos mencionadas dentro de las grandes representantes de la corriente conocida como realismo mágico, ha sido retomada en varias ocasiones para hacer adaptaciones tanto de cine como de teatro. A sus personajes les han dado vida actores como Jeremy Irons, Meryl Streep o Winona Ryder.

 

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