Oficio: cerillo; apodo: Piojo; profesión: hacedor de ícaros; o al menos el hombre que soñó que el Ángel de la Independencia empezaba a mover las alas y emprendía el vuelo ante la visión de los miles que celebraban que Miguel Herrera llevaba a sus verdes a ganar la Copa del Mundo de Brasil 2014. Y es que para creerlo hay que escuchar la convicción con la que el técnico del Tri lanza las palabras: “Si ganamos el Mundial esto se vuelve una locura y el Ángel (de la Independencia) tendría que aletear e irse”.
Pasan de las 14:00 horas y Miguel Herrera sube apresurado las escaleras hacia el mirador del CAR. Es obligado el “pésame” hacia un azulgrana de tuétano, que cala en el corazón del Piojo, por el reciente descenso atlantista: “Sí carajo, ya ni me recuerdes”. Herrera termina una llamada a través del celular y echa un último vistazo a su Twitter: 236 mil seguidores es lo que marca el contador de su cuenta, nada mal para un hombre renuente al contacto con las redes sociales, y que apenas hace cinco meses daba banderazo de salida a su cuenta: “Y acepto todas las mentadas sin bloquear a nadie”, confiesa.
“El Twitter lo abrí a finales de diciembre. La verdad es que no tenía muchas ganas; mi hija me había dicho que ella me lo abría y me lo manejaba. Al principio me ayudó mucho porque yo no le sabía, pero ya le agarré la onda. Las fotos ya las subo yo, los comentarios; porque la gente lo que quiere es interactuar con uno”, dice un Miguel Herrera que parece ha estado en el banco del Tri un proceso mundialista completo y no apenas unos meses.
El Piojo está en su elemento. El del contacto con más de 100 millones de técnicos, entre los aficionados mexicanos, que creen tener la verdad absoluta en cuanto se habla del tricolor. “Las mentadas y todo te las tienes que aguantar. Hacer oídos sordos o vista de ciegos”. El caparazón debe tenerlo ceñido a todas horas, en el paseo por una plaza comercial y en los restaurantes: fotografías, firmas, saludos; lista de pedimentos interminables, pero lejos de fastidiarse, Miguel goza cada contacto.
“Lo disfruto al máximo. Difícilmente tengo una comida tranquila o camino tranquilo en un centro comercial; de repente no puedo atender a todos, pero a la mayoría sí. Apenas hace una semana tuve un evento en Santa Ana, California; el 5 de mayo, que allá lo festejan como si fuera el 16 de septiembre. Había más de 150 mil personas y caminé por el centro que se había formado para el desfile. Me jalaban y todo, querían una foto, un saludo y la policía te va llevando, al que saludas se queda feliz, y al que no, pues dice que eres un payaso”.
Entre su desparpajo, su manera de festejar, de sufrir los partidos y ese mote de El Piojo, el ángel de Herrera es un imán, sobre todo, con los más pequeños: “Tengo esa suerte de caerle bien a los chavos. Antes en América y ahora en la Selección. Me gusta estar con ellos. Pasó cuando dirigí al América en una convivencia con los niños Triqui. Los puse a jugar espacios reducidos con el primer equipo y les dije a los niños: Hay que barrerse a estos grandotes para que sepan cómo se hace; fue muy divertido”.
Si de niño sueñas con la pelota, hoy, con parte de los sueños cumplidos querrás que nuevos pequeños sueñen con la misma redonda. Herrera lo deseaba en su niñez. Ser futbolista profesional y triunfar. Jugar en el Atlante de sus entrañas, estar en un Mundial: “Tenía clara la idea de que iba a ser futbolista profesional: no fue fácil. En mi casa había que trabajar, no hubo opulencia, pero tampoco carencias gracias a mi abuela y a mi madre. En las tardes trabajaba de cerillo para meter dinero a la casa, pero siempre con el sueño de ser futbolista. Y en cuanto había tiempo siempre estaba atrás de la pelota, en la calle, así crecí”.
La venda de nubes bajas se apodera de la tarde, el staff de prensa intenta apresurar sus palabras. Herrera mantiene el ceño apretado. No cabe duda, su alegría es rara. Este hombre de 1.68 metros de estatura, de cabellera dorada, y abundante papada, debe tener un secreto para revolucionar vestuarios; para devolver confianzas.
“Es el trabajo de convencimiento de uno, la actitud de cómo convences al jugador. Si tú transmites y el jugador te cree, pues lo va a hacer dentro de la cancha. Las condiciones y la calidad la tienen, tú no se la vas a enseñar de un día para otro, si no la tuvieran no los hubieran contratado. El chiste es que tú los convenzas de que las exploten”. ¿Entonces México podría ser campeón del mundo? “Si nosotros ganamos el campeonato mundial no soy yo, lo van a ganar los chavos; ellos son los que van a lograrlo, sería su éxito y nos van a arrastrar con ellos”; lo dice un cerillo, un piojo; un hacedor de ícaros.
MÉXICO LE PUEDE GANAR A CUALQUIERA
¿Miedo a Luca Modric, a Samuel Eto’o, o a Neymar? Miguel Herrera está convencido de que no importa el nombre de la selección que se le ponga enfrente al Tri en Brasil, los verdes pueden vencer a “cualquiera atacándolo”. Con un sólo contención en la cintura, y con la pizarra camaleónica de pararse con cinco atrás o con línea de cuatro, línea de cuatro donde entra: Carlos Salcido.
“Claro que se le puede ganar a cualquiera”, es lo primer que atina a decir Miguel Herrera cuando se le trata de increpar sobre el poderío de los oponentes en la justa brasileña. Y para eso advierte que lo hará con: “”Es el trabajo de convencimiento de uno, la actitud de cómo convences al jugador. Si tú transmites y el jugador te cree, pues lo va a hacer dentro de la cancha, necesitamos volantes que tengan buena salida y que aprieten”, de ahí los nombres de su lista.
“Yo creo que le podemos ganar a cualquier equipo si estamos concentrados. Lo saben los muchachos. Saben que para hacerlo se necesita mucho sacrificio, sobre todo cuando no tienes la pelota, que es cuando debes matarte por recuperarla y cuando la tienes, saber qué hacer con ella, llegar al último tercio y tener imaginación”.
Y vaya que la requirió el Piojo para complementar una convocatoria en la que de último momento alcanzó a colarse Carlos Salcido, quien nunca apareció en los llamados previos de Herrera: “La idea de llamar a Carlos es porque te funciona por cualquier lado. Lo llamé para la defensa. Sabemos que Carlos nos puede apoyar en cualquier parte de la zona defensiva; ya sea como central, lateral o carrilero. Además, maneja muy bien los dos perfiles. Es un tipo con mucha experiencia y que sabe perfectamente lo que se debe hacer en una cancha. Ya tiene mucho tiempo recorrido como para confiar plenamente en él”.
Un hombre como le gusta al Piojo: “Si necesitamos cambiar a línea de cuatro, Carlos puede jugar como lateral derecho o izquierdo; si estamos con línea de tres, lo abres a uno de los costados y es una gran opción, sobre todo, si el rival te está superando”, así que quién dijo miedo.