Aunque el trofeo se va a quedar en la misma casa, resultó que entre los hermanos el León rasguñó al Tuzo, pero éste se llevó un buen trozo de melena. Agarrón en la jaula de la fiera. Con un campeón que presume vida y posibilidad de ser bicampeón; y unos jóvenes Tuzos muy descarados con cualquiera de sus rivales. Vibrante triunfo por 3-2 de Pachuca sobre León que deja todo para definir en la vuelta en la Bella Airosa.

 

La melena de este León, no hay duda, es negra. Negra e intensa, tanto como Carlos el Gullit Peña. Una fiera a la hora de ir al frente. Oportuno, sorpresivo, imparable por potencia y velocidad para quien se le ponga enfrente. No importa si es en la carrera o a la hora de ir por arriba, como sucedió en el gol leonés, con la zaga de los Tuzos, nada más mirando, como si no hubiera querido perderse el gol que el Gullit terminaría celebrando sobre el minuto 34 del primer lapso.

 

Fue un largo rugido verde. León amo y señor en una selva cuadrada con el Tuzo intentando no asomarse para salir más dañado. Los Panzas Verdes llegaron por todos lados, pero su mala puntería dejó respirar a los de naranja. Les permitió que el miedo escurriera por la playera. Que un espectacular puñado de chamacos se asentaran. Tomaran temple y se agarraran de un devorador de cuero; una espigada figura del más fino ébano. Enner Valencia, goleador ya de por sí en torneo regular, tanto como demoledor en la Liguilla.

 

A Valencia le bastó un remate en el primer lapso para que al descanso sus compañeros no se fueran en desventaja. al contrario, con la cabeza en alto, pensando que si con toda la ferocidad de la fiera, apenas iban 1-1, qué sería si el Tuzo mostraba el futbol que lo llevó a esta instancia.

 

Y así fue el complemento. Con un Pachuca transformado. Qué trabajo el de Enrique Meza con estos muchachos. Un equipo exquisito cuando se trata de un pasear el balón y ponerle velocidad. Y es que no es cosa de cualquier puñado meterse a la jaula del León y pintarle con el cascabel por encima de la cabellera.

 

Mucho, claro, pasa por Valencia. Incontrolable en el balón parado, medio para mandar a los suyos 1-2 al minuto 61, aunque después hubiera tenido que pedir su cambio. Y Pachuca no cedió. Fue más al frente, con hambre de melena, con recompensa de 1-3 a cargo de Hirving Lozano, ya sin Valencia en la cancha, y gracias a la finta del recién ingresado Enrique Esqueda.

 

Dos de diferencia podrían ser un lastre para cualquiera, más no para el actual campeón de la Liga. Cierto es que al León le costaba. Tropezaba en sus intentos, se atoraba en las salidas, pero un monarca se niega a perder la grandeza, el empuje, la corona, pero sobre todo la suerte. Y así cayó el 2-3, sobre el minuto 76, cuando mejor jugaba Pachuca; fue casi en una jugada intrascendente, de balón al área por una falta que para desgracia dela causa visitante desvió lejos de la estirada del Conejo Pérez, el zaguero Miguel Herrera. Final de rugido leonés, de dentellada tuza, pero sobre todo de salvada de Conejo que deja una final muy abierta para la vuelta.