En una parte de Madrid se le conoce más como la obstinación por morir con el veneno del balón, del balón envenenado. Son palabras de Joaquín Sabina, quien horas después de la noche más negra del siglo XXI para los rojiblancos, y como todos los seguidores colchoneros, aún quisieran que ése, ya, innombrable partido ante los vikingos blancos hubiera tenido 120 segundos menos.

 

Sí, el Real Madrid los mató con un gol en el minuto 93: ¡Qué manera de soñar… qué manera de sufrir, qué manera de palmar!

 

¿Qué tiene el futbol contra el Atlético de Madrid?, ¿qué tiene el balón contra el hijo de Neptuno?, ¿qué tienen los centrales contra la gloria rojiblanca? Horas después, leer la tragedia es como el morbo ajeno que se pasea alrededor de la mortaja recién destapada: 1974, final de la Copa de Europa. Atlético de Madrid arriba 1-0; en la lona el Bayern de Maier, Muller, Roth, Beckenbauer… del central Schwarzenbeck. ¡Gol!, de último minuto de éste y un partido más; un partido más que ganó el gigante bávaro por 4-0 al increíble Atlético de Melo, Heredia, Capón, Eusebio, Aragonés, Irureta; Gárate, Ufarte… Después, 2014, final de Champions League. Atleti arriba 1-0; en la lona el Madrid de Casillas, Marcelo, Modric, Di María, Cristiano, Bale… del central Ramos. ¡Gol!, de último minuto de éste y prórroga que ganó el Titán blanco al increíble Atlético de: Courtois, Godín, Filipe Luis, Juanfran, Tiago, Costa, Villa. Compulsión de la repetición, morir con el veneno del balón, del balón envenenado…

 

Y en la fuente de Cibeles el verdugo. El vikingo más vikingo de los blancos: Sergio Ramos y el mensaje con vinagre sobre la herida descubierta: “Que se enteren los indios quién manda en la capital”.

 

“Para entender lo que pasa hay que haber llorado dentro del Calderón”, de nuevo Sabina en la memoria; y el sábado lo entendieron casi 55 mil colchoneros que abarrotaron las gradas de la casa del Atleti, y que bailaron, y cantaron, y celebraron, durante poco más de 45 minutos una victoria por la que habían esperado 40 largos años y la inclusión de un nuevo siglo con la promesa de un cambio en el otrora trágico destino rojiblanco, la casa que vio llorar al padre, como al abuelo, antes en el Metropolitano, y que tras la final perdida vio llorar a los hijos, junto a los hijos de la nueva generación de Neptuno, quien daría gustoso su tridente porque alguien le enrollara en el cuello esa bufanda de Champions.

 

Champions, orejona: el trofeo europeo más querido y, quizá, el más preciado sobre la tierra. No lo dice cualquiera, sino el héroe sin destino trágico. Iker Casillas: “La décima es más importante que una Copa del Mundo”.

 

¡Ay, sabio Sabina: “Qué manera de subir y bajar de las nubes”. De no estar en el estadio y seguir llorando por el tronido del ¡Hala Madrid! en las calles y al ¡Aupa Atleti! tragado. ¡Ay por el deja vu, por la compulsión de la repetición, por la costumbre de morir con el veneno del balón envenenado.