JERUSALÉN. En el último día de su viaje por Tierra Santa, el papa Francisco visitó el Muro de los Lamentos, la tumba del fundador del sionismo y el Museo del Holocausto, donde pidió que “nunca más” se permita un horror como el ese, “una monstruosidad” y “un pecado” del que los hombres deben “avergonzarse”
El papa llegó al museo acompañado por el presidente de Israel, Simón Peres, y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, tras convertirse en el primer pontífice en visitar la tumba de Theodor Herzl, fundador del sionismo, y hacer una parada inesperada en el memorial de víctimas israelíes del terrorismo.
En el Memorial Yad Vashem, el Papa afirmó que el asesinato de seis millones de judíos en la Alemania nazi es una muestra de la inhumanidad de la que es capaz el hombre. “Nunca más, Dios, nunca más. Aquí estamos, avergonzados ante lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, fue capaz de hacer”. Y, recordando los versos de la Biblia en los que Dios se dirige a Adán después del pecado original y le dice que no lo reconoce, el religioso subrayó: “Hombre, ¿quién eres? Yo no te conozco. ¿En qué te has convertido? ¿Qué horror has sido capaz de hacer? (…) ¿Quién te convenció de que eras Dios? No sólo has torturado y has matado a sus hermanos, sino que los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te erigiste en Dios”.
Antes, el pontífice se detuvo a orar frente al Muro de los Lamentos, el lugar más sagrado para los judíos, e introdujo un papel como es tradición entre sus grietas. Según Radio Vaticano, Francisco escribió en él un Padre Nuestro en español, la lengua en la que aprendió a rezarlo “de su mamá”.
El papa Francisco concluyó su primera peregrinación a Tierra Santa con una reunión ecuménica con religiosos y una emblemática misa en el Cenáculo, el lugar en el que Jesús instauró la eucaristía y objeto de disputa entre el Vaticano e Israel.
La simbólica misa, de alrededor de una hora de duración y en varios idiomas, entre ellos el español, fue una de las más emotivas de las que el pontífice ha celebrado en sus tres días de periplo por Tierra Santa, un viaje que inició en Jordania y que le ha llevado también a Belén y Jerusalén.
Francisco ha recordado la importancia de esta sala, en el segundo piso de un inmueble que alberga también un santuario judío y uno musulmán.
Francisco dedicó la última jornada a reforzar el mensaje de “amor y fraternidad” del cristianismo que salió de aquella casa tras la última cena de Jesús con sus apóstoles.
Situado en el Monte Sión de Jerusalén, extramuros, el Cenáculo estuvo durante dos siglos en manos de la Custodia franciscana de Tierra Santa, pero Suleimán el Magnífico lo expropió en el siglo XVI, y con la creación del Estado de Israel en 1948 pasó a estar bajo su administración.
Desde 1993, cuando Israel y el Vaticano establecieron relaciones diplomáticas, la administración del santuario está en el epicentro de las negociaciones, trabada por las susceptibilidades que despierta entre grupos nacionalistas judíos.
Muy frecuentado por turistas y peregrinos, las distintas órdenes cristianas en Tierra Santa sólo pueden celebrar misa en el lugar en Jueves Santo y Pentecostés.