En la actual fase de crisis de seguridad, el gobierno federal tapó con autodefensas el hoyo de la falta de policías a nivel municipal, pero destapó otro con las autodefensas como instrumento político-social disidente contra el Estado.

 

Hoy miércoles en el DF se realizará nada menos que un congreso nacional de autodefensas con el aval y apoyo de la oposición, cuando se suponía que las autodefensas eran sólo policía rural, con sus restricciones como aparato de vigilancia y no políticos. ¿Alguien se imagina a la policía federal o al ejército en funciones de seguridad pero organizando congresos para promover la organización política ciudadana contra las instituciones?

 

Así, el caso de las autodefensas abrió otro conflicto. En su publicación El Insurgente No. 18 de mayo de este año, el grupo guerrillero PDPR-EPR caracteriza a las autodefensas como grupos paramilitares con objetivos de aplastar la disidencia armada. “Esquiroles del Estado”, las llama.

 

El dato mayor se localiza en la politización de las autodefensas y su expansión como grupo de organización social y política al margen de las instituciones y con el apoyo armado del Estado por la legalización de las armas, además del aval de grupos antisistémicos surgidos al calor de la protesta contra la inseguridad, como el grupo del poeta Javier Sicilia, y obviamente con la bendición de instancias religiosas -el Vaticano- de participación política contra el sistema como el obispo Raúl Vera.

 

El EPR es muy claro en su percepción de las autodefensas: “su verdadera careta (es) de paramilitares y mercenarios al servicio del capital y de los nuevos cárteles del narcotráfico”. El grupo guerrillero pone como ejemplo las autodefensas de Angahuan, y la ciudad de Uruapan, donde éstas se han aliado, dice, a la policía federal para reprimir a la ciudadanía.

 

Para el EPR, las autodefensas en Michoacán responden a la lógica geoestratégica y de posesión de recursos naturales del estado y se han dedicado a luchar contra la sociedad organizada políticamente.

 

Por lo pronto, hoy miércoles las autodefensas realizarán un congreso político en el DF, con el padrinazgo de personalidades agrupadas ya bajo el concepto político de autodefensas: el ex padre Alejandro Soladinde, el obispo Raúl Vera, la periodista Sanjuana Martínez, el expanista Javier Livas Cantú, el exgobernador y senador panista Ernesto Ruffo, ahora como jefe del grupo pomposo de “Autodefensa frente a estructuras de gobierno corruptas” y el empresario Roberto Gallardo Galindo de la “Autodefensa empresarial”.

 

Como cereza del pastel antisistémico, el periodista Javier Solórzano será el moderador de las mesas en las que las autodefensas darán el salto cualitativo de policías rurales a organización armada del pueblo organizado contra el sistema político. En el fondo, el concepto de autodefensas se sale de la organización rural policiaca reconocida por el Estado y pasa a organismo social y político armado al servicio de la sociedad disidente. Así, la lucha política se dará fuera de las instituciones políticas y se localizará en los espacios de grupos armados por el Estado para combatir la delincuencia y no para encabezar la lucha social contra el sistema político.

 

De seguir la lógica de la dinámica política, las autodefensas abandonarán en el corto plazo sus funciones de seguridad y -como ocurre con las autodefensas de Guerrero- pasarán a una movilización política y social disidente, sólo que con armas oficializadas por el gobierno federal. Las piezas clave del congreso político de autodefensas hoy en el DF, para convocar y organizar una “gran alianza social” son los comandantes Juan Manuel Mireles, el recientemente liberado Hipólito Mora y Estanislao Beltrán Papá Pitufo.

 

Así, el gobierno federal habrá legalizado y armado a autodefensas para la lucha social, no para combatir la delincuencia.