ANCHORAGE, Alaska. Jessica Gamboa creció escuchando que uno debía hacerse el muerto durante un ataque de oso, y puso a prueba ese conocimiento cuando fue embestida por una osa parda en una base militar en Alaska. La osa la dejó sangrando en un camino remoto de la base, pero sobrevivió.
“No pudo creer que en verdad ocurrió esto”, dijo la mujer de 25 años en una entrevista grabada en video difundida el jueves por el Ejército. “Aún me parece un tanto surrealista; por el simple hecho de estar viva, parece irreal”.
En la entrevista grabada el martes en su cama de hospital, Gamboa dijo que no peleó con el animal durante el ataque del 18 de mayo en la base conjunta Elmendorf-Richardson de Anchorage después que se topó con la osa y sus dos cachorros.
Gamboa, de Sacramento, California, está casada con un soldado asignado a la base.
El Ejército difundió una entrevista con el sargento Collin Gillikin, un paramédico militar que atendió a Gamboa después del ataque. La mujer tenía laceraciones en cuello, brazos y piernas, una oreja desgarrada y fracturas. La herida del cuello es visible en el video.
Mark Sledge, policía ambiental de la base, dijo que sólo ha sabido de otro encuentro cercano con un oso. En 2010, un oso negro mordió la pierna de un niño, sin llegar a rasgarle la piel, cuando unos niños lo vieron y se hicieron los muertos. El animal huyó cuando una niña le gritó, dijo Sledge. En este caso, hacerse el muerto fue un error porque el oso no se había mostrado belicoso antes que los niños se hicieran pasar por muertos.
Pero Gamboa hizo lo que debía, aseveró Sledge, que participa en pláticas para ilustrar a los recién llegados a la base sobre la vida en Alaska, que incluye cómo lidiar con osos y alces. La reacción de Gamboa le indicó al oso que no era una amenaza.
“Lo único que le preocupaba a la osa era proteger a sus cachorros”, dijo Sledge.
El día del ataque, Gamboa salió a correr con su esposo, pero se separaron en el camino. Unos minutos después de empezar a trotar sola se encontró con un osezno. Sabía que la madre debía estar cerca, y lo estaba. Ya corría en su dirección.
Todo pasó tan rápido que Gamboa no está segura de si la mordió o la golpeó. Recuerda que la osa la derribó y luego la arrastró hacia el lado del camino donde estaban los cachorros. Después la arrojó en una cuneta llena de hierba y la golpeó. Hizo una pausa y volvió a atacarla dos veces, mientras Gamboa estaba en el suelo en posición fetal. No gritó ni peleó. Finalmente la osa se fue.
Gamboa se quedó tirada un par de minutos y después salió de la cuneta. Había sangre por todos lados, le dolía la cabeza y el cuello le palpitaba. “Sentí que me habían apaleado hasta dejarme medio muerta”, comentó.
Llamó a su esposo tan fuerte como pudo, pero no recibió respuesta. Hizo acopio de fuerzas y trató de regresar a su camioneta para poder llamar al servicio de emergencias. Con ambas manos en el cuello, que le sangraba, comenzó a recorrer el camino con la esperanza de que alguien la viera. Y fue cuando vio un carro, conducido por Gillikin.
El soldado no tenía nada para atenderla pero la llevó al hospital de la base, de donde la trasladaron después a un centro médico en Anchorage. Recibió el alta médico el jueves.