BARCELONA. No son tanto el tiempo, ni la distancia, los que separan a la bulliciosa Plaza de Cataluña, en el centro de esta ciudad, de los paisajes rurales del “Penedés toscano”, como bien suele definirlo el productor Josep Baeta, mientras conduce entre caminos vecinales que atraviesan viñedos, olivares, y se proyectan entre riscos y montes donde destacan fortalezas y torreones, coronados en muchos casos con la bandera catalana, con sus inconfundibles líneas rojas que recuerdan el mítico refrendo real a las proezas de Wifredo el velloso, héroe ideal de la identidad catalana.

vida 2

Cuesta arriba, diversos manchones industriales, legado de los ímpetus del franquismo, rompen con la belleza natural de este paisaje, sin que desde luego pueda pasarse por alto la impertérrita majestuosidad de Montserrat. Con esa vista, y al vuelo de la historia del Velloso, o de los almogávares, símbolo del carácter y la enjundia catalanes, surgen también las notas de una epopeya más actual, que de igual modo refrendan la energía de esta nación. Es la historia de los pequeños y medianos productores vinícolas, que en paralelo al impacto mundial de las grandes empresas del vino catalanas, generan una propuesta honesta, suma de historias y tradiciones, de enseñanzas y experiencias nacidas en tiempos gratos, y también ingratos.

collagem  vida

La crisis económica ha marcado la necesidad de dinamizar talentos; pero también hay en todo este trabajo de los pequeños productores un sentido declarado de identidad, una convicción de expresar el orgullo catalán a través del trabajo en la tierra y el reconocimiento a una de las figuras ancestrales de la gesta alimentaria: el payés.

“El payés no es un campesino, no es un terrateniente, no es un mero labrador. Tiene un apego, un amor por la tierra que va más allá de lo material. Es un arraigo transmitido a través de generaciones que se traduce en un orgullo, en un sentido de pertenencia en el que se guarda un carácter filial con el terruño”, dice Baeta, quien forma parte de un importante movimiento de pequeños y medianos productores interesados en impulsar esta labor vinícola generada en la masía, la pequeña propiedad donde el vino, como el aceite de oliva, se obtienen de manera artesanal.

ENAMORANDO A LA VIÑA

Josep BaetaCada rincón del Penedés cuenta una historia que no deja de refrendar ese amor. En Castellroig, Valle de Bitlles del Alto Penedés, resalta la masía que data del siglo XVIII. Un hombre mayor, sencillo y amable, abre el portón principal. Se trata de Marcelino Sabaté, propietario de esta importante bodega que además posee un imponente museo de la vinicultura, con una vasta colección de piezas y aparejos que dan cuenta del oficio en el Penedés desde hace siglos.

El empirismo funcional de las viejas generaciones ha tomado cauce en un concepto actual de bases científicas, impulsado por el principal representante de la cuarta generación de la familia: Marcel Sabaté i Coca, quien destaca que los terroirs, la vendimia diferencial, el respeto por la tierra y la biodiversidad aplicada de forma natural por los abuelos tienen ahora una explicación técnica que toman forma y fuerza a la hora de enfrentarse a la viña. Todo un salto cualitativo que consigue incrementar aún más la personalidad y el carácter de los vinos Castellroig.

“La Finca Sabaté i Coca trabaja a partir del concepto de vinos de terroir, con un conocimiento Marcel Sabatémuy detallado de los 18 distintas microparcelas que poseemos. Entre los puntos esenciales de nuestra filosofía de trabajo están el respeto al origen y la integridad de los suelos como medio vivo donde crece la planta; y al medio ambiente, tanto en lo referente a la fauna y flora natural como las variedades autóctonas.

“Apostamos por la investigación continua para incrementar el conocimiento sobre los tipos de suelos y su influencia sobre la vid; los trabajos de viticultura en función de las características de la planta y el binomio clima-suelo; y la diferenciación de las prácticas vitícolas terruño a terruño, entre otros”, dice Marcel.

Marcelino Sabaté

Dentro de la amplia gama de propuestas en torno a distintas cepas, la variedad autóctona Xarel-lo, es pieza insignia del trabajo de Marcel como enólogo. El objetivo, dice, es obtener la máxima expresión de la tierra apostando por las variedades autóctonas mediterráneas como ésta, la gran variedad blanca del Penedès, que permite incorporar una personalidad superior a la línea de vinos blancos y cavas de la casa.

“La Xarel-lo no es una variedad especialmente aromática, pero sí una uva capaz de aportar grado, cuerpo y estructura al vino. Además, su notable acidez la convierte en una variedad muy apta para el envejecimiento en barrica”, apunta.

Museo Castellroig“Nos gusta ser transparentes y ser siempre una garantía de calidad”, agrega Marcel. De ahí el interés de proyectar sus cavas como creaciones únicas de producciones limitadas. Además en la etiqueta de cada una de las botellas se indica la cosecha y la fecha de degüelle.

“Una de las misiones que nos hemos propuesto es transmitir el paisaje a través del vino. Queremos que ese paisaje revele también honestidad, orgullo, conciencia de la riqueza que posee nuestra tierra, y de nuestra responsabilidad e interés por preservarla”, resalta Marcel.