Julio Verne concibió el Nautilus cuando los sumergibles eran solo una idea en las mentes más avanzadas de la época, pero seguro que ni siquiera él llegó a imaginar que sus “20,000 leguas de viaje submarino” podrían cubrirse casi sin energía, con el equivalente a siete litros de gasolina.

 

Los gliders son unos artilugios capaces de cruzar océanos enteros sin propulsión, planeando bajo la superficie con el único impulso de la gravedad y el principio de Arquímedes, que están revolucionando los estudios oceanográficos y podrían tener grandes utilidades en el futuro en el transporte marítimo. 

 

Su concepto de diseño es aparentemente sencillo: por un lado imita la vejiga de los peces, que les permite regular la profundidad a la que nadan y, por otro, traslada al agua los principios de vuelo de los planeadores, con unas alas que convierten el movimiento vertical de hundirse y emerger en desplazamiento horizontal y les permiten seguir el rumbo que les mandan vía satélite desde tierra.

 

Cambio climático: el estudio de los océanos

 

La paternidad del invento corresponde a un científico estadounidense, Henry Stommel, pero desde hace años dos instituciones españolas están a la vanguardia mundial en la operación de gliders: la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan).

 

Las dos han colaborado con la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, en las tres únicas misiones científicas que han logrado cruzar un océano con este tipo de artilugios.

 

– La RU-27. 7 avanzó 400 kilómetros y 220 días de navegación de Nueva Jersey a Vigo.

– La Silbo, 12,000 kilómetros y 610 días desde Islandia a Barbados pasando por Azores y Canarias.

– La RU-29, 10, 400 kilómetros y 480 días de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica a Ubatuba, Brasil, pasando por Islas Ascensión.

 

La primera forma parte hoy de la exposición del Instituto Smithsonian, la segunda estableció todo un récord de distancia para este tipo de navegaciones y la tercera acababa de concluir y aportando relevantes datos del calentamiento del océano.

 

Pero, sobre todo, las tres han probado que puede cruzarse el Atlántico con estos artilugios en cualquier dirección, de este a oeste, a la inversa o de norte a sur, apunta el responsable de navegación de esos tres gliders, Antonio González Ramos, de la división de Robótica y Oceanografía Computacional de la ULPGC.

 

PLOCAN, el impulso al proyecto

 

Plocan, un consorcio de investigación marina impulsado por el Ministerio de Economía y el gobierno de Canarias, aspira a convertir Gran Canaria en “puerto” de referencia para este tipo de planeadores submarinos; de hecho, opera los tres modelos que existen en el mercado y realiza con regularidad misiones oceanográficas con ellos para varios países (una de las últimas, para Finlandia).

 

El director de su división de planeadores, Carlos Barrera, señala que estos dispositivos -minisubmarinos de unos dos metros, con forma de torpedo con alas- tienen hoy su mayor utilidad en los estudios oceanográficos, porque pueden pasar semanas enteras en el mar, bajar y subir constantemente a profundidades de mil metros, tomar datos, transmitirlos por satélite y, todo ello, sin consumo de energía.

 

“Hasta ahora se salía al mar para este tipo de estudios con barcos, pero eso tiene unos costes de operación que a las instituciones que nos dedicamos a esto, y a los gobiernos también, se nos hacen insostenibles”, relata Barrera.

 

glider

 

Funcionamiento y consumo de los glider

 

Los glider funcionan con baterías y solo gastan electricidad en la transmisión de datos y en la operación del pistón que les permite regular su flotabilidad.

 

Pero ¿cuánto energía consumen?:

 

“El consumo para recorrer 8,000 kilómetros y cruzar un océano con estos planeadores equivale, en kilojulios, a medio litro de gasolina”, señala Antonio González Ramos, que apunta: “Imagínate el potencial que tienen llevar mercancías en el futuro con dispositivos más grandes, que combinen planeo y otras técnicas”.

 

Su colega de Plocan está de acuerdo: los planeadores tienen un gran porvenir en el transporte a grandes distancias de mercancías no perecederas, por ejemplo, agua dulce. Y subraya que el tamaño no plantea un inconveniente técnico, porque el mismo principio de diseño puede servir tanto para los planeadores actuales de dos metros, como para otros que tuvieran “el tamaño de un Zeppelin”.

 

Puestos a pensar en términos de las novelas de Verne, al capitán Nemo el medio litro de gasolina al que alude el piloto de “gliders” de la ULPGC le hubiera servido para 1,440 leguas (una legua marina son 5,555 Kms, o la vigésima parte de un grado). Y su Nautilus hubiera precisado de solo siete litros para completar su aventura.