MADRID. Juan Carlos de Borbón, el rey que condujo España de la dictadura a la democracia, anunció el lunes la abdicación en su hijo Felipe de Borbón.
El histórico anuncio, que pone fin a 39 años de reinado, lo realizó el presidente del gobierno Mariano Rajoy. Horas después, Juan Carlos, de 76 años, dijo que cede el testigo a una nueva generación y desvinculó la abdicación de cualquier problema político o de salud.
“Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando”, dijo el rey en un breve mensaje televisado a la nación.
“Mi hijo Felipe, heredero de la corona, encarna la estabilidad”, añadió.
Felipe, de 46 años y todavía príncipe de Asturias, será el próximo monarca y reinará como Felipe VI junto a su esposa Letizia Ortiz.
“El príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación”, aseguró el monarca.
Rajoy convocó un Consejo de Ministros extraordinario el martes para abordar una sucesión inédita en la historia de España. La constitución establece que el Parlamento es el encargado de proclamar al nuevo rey. El jefe del gobierno esperó que el proceso culmine en un “plazo breve” y afirmó que Felipe es “sólida garantía de que su desempeño como jefe de Estado estará a la altura de las expectativas”.
“Estoy seguro de que los españoles sabremos escribir una nueva página de nuestra historia, con clima sereno, con tranquilidad y agradecimiento a la figura de su majestad del rey”, dijo Rajoy.
Juan Carlos entregó a Rajoy una carta de apenas cuatro líneas en la que formalizaba su renuncia. La imagen del monarca firmando el documento en su despacho del Palacio de la Zarzuela fue distribuida por la Casa Real para inmortalizar el momento.
La abdicación se produce en un momento especialmente delicado para España y también para la monarquía, afectada por el escándalo de corrupción que salpica a la hija del rey, la infanta Cristina.
La crisis económica ha socavado el prestigio de las instituciones, mientras el país afronta un enorme desafío para su integridad con el referéndum independentista que Cataluña quiere celebrar el 9 de noviembre y otros movimientos nacionalistas como el vasco.
Juan Carlos es una persona carismática. La sociedad todavía le agradece la forma en la que lideró la transición a la democracia tras la muerte del general Francisco Franco en 1975 y su papel en defensa del Estado tras la intentona militar golpista del 23 de febrero de 1981.
Sin embargo, su popularidad se ha resentido en los últimos años. Primero fue la rotura de su cadera en un polémico safari para cazar elefantes en África en 2012, que le obligó a pedir perdón públicamente. Pero lo que más daño hizo fue la imputación de su hija la infanta Cristina y su esposo Iñaki Urdangarín por presuntos delitos de malversación de fondos públicos.
Paralelamente, la salud tampoco ayudó a Juan Carlos. La imagen de Juan Carlos caminando con muletas es habitual desde que hace cinco años inició un calvario de operaciones, fundamentalmente en las rodillas y las caderas.
El índice de aprobación de la monarquía se encuentra en el nivel más bajo de su historia reciente. Sobre todo entre los menores de 34 años, que no vivieron la convulsa transición. Los españoles dan a la corona una nota de 3,68 sobre 10, según el último dato del público Centro de Investigaciones Sociológicas en mayo del año pasado.
Juan Carlos dijo recientemente que le gustaría ser recordado como “el rey que ha unido a todos los españoles” y que “ha traído la democracia”.
La renuncia del rey sigue la senda de otras monarquías europeas, incluso también de otra institución como el papado. El rey Alberto de Bélgica y la reina Beatriz de Holanda abdicaron en sus hijos el año pasado. Los procesos culminaron satisfactoriamente, al igual que en la Iglesia Católica, con la salida de Benedicto XVI y la posterior elección de Francisco.