El Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha perdido los estribos en su obsesivo afán por echar abajo las modificaciones constitucionales en materia de energía y por impedir la aprobación de las leyes secundarias, particularmente en lo relativo al petróleo.

 

En su obcecación anti-reformista, los dirigentes de ese partido no dudaron en utilizar como arietes a lo peor que pudieron encontrar entre los militantes de una “izquierda” cada vez más pata suelta y delirante. No encontraron los líderes de la izquierda perredista “correligionarios” más desprestigiados y carentes de autoridad moral que el matrimonio formado por María de los Dolores Padierna Luna y René Juvenal Bejarano Martínez, “El señor de las ligas”, y decidieron encargarles el “trabajito” de serrucharle el piso a Pedro Joaquín Coldwell, titular de la Secretaría de Energía (Sener).

 

Está claro que la embestida de la tribu bejaranista-padiernista en contra del integrante del gabinete presidencial, tiene el propósito de enlodar y, si es posible, empantanar la discusión legislativa sobre las leyes secundarias de la reforma energética. Al mismo tiempo, los ataques contra el licenciado Joaquín Coldwell tienen el objetivo adicional de hacer más espectacular el show mediático que está montando el PRD en relación con su iniciativa de “consulta popular” sobre la industria petrolera, consulta para la que ese partido requiere dos millones de firmas de apoyo, que las tribus amarillas están tratando de reunir a como dé lugar.

 

La senadora Padierna acusa al funcionario quintanarroense de “conflicto de intereses”, conflicto que se produce, según ella, por la presencia de Pedro Joaquín Coldwell en el gabinete presidencial para dizque beneficiar los negocios de su familia, algunos de los cuales están relacionados con el petróleo y sus derivados, específicamente la distribución de gasolinas.

 

Ante la acusación perredista, Pedro Joaquín solicitó a la Secretaría de la Función Pública que diera a conocer su Declaración Patrimonial. Así lo hizo esa dependencia, y en el capítulo correspondiente a los bienes del funcionario quedó demostrado que él tiene legítima participación accionaria en varios negocios familiares, lo que no constituye en manera alguna un conflicto de intereses.

 

Para que Pedro Joaquín Coldwell pudiera ser acusado de conflicto de intereses, el matrimonio Padierna-Bejarano tendría que demostrar a cuál o a cuáles empresas benefició el secretario de Estado; especificar cómo y cuándo se produjo esa acción ilegal, y señalar con nombres y apellidos a quién o a quiénes benefició con ese supuesto tráfico de influencias.

 

Tendría que haber estado descerebrado el secretario de Energía -que no lo está- si hubiese utilizado su influencia como servidor público para impulsar los negocios gasolineros de sus parientes.

 

Es mucho lo que Pedro Joaquín Coldwell ha cuidado siempre su ascendente carrera, como para arriesgarla por la ambición de agregar a su patrimonio bien habido unos cuantos miles -o cientos de miles- de pesos más. Además, ninguno de los miembros de su familia necesita de esa clase de apoyos; es decir, los Joaquín no necesitan vejigas para nadar.

 

Los integrantes de esa familia de ascendencia libanesa -cozumelenses de varias generaciones, unos por adopción y otros por nacimiento- no tienen, ni han tenido nunca, necesidad de que Pedro Joaquín Coldwell les haga el favor de “echarles la mano” desde la Secretaría de Energía para conseguirles más contratos comerciales de los que tienen desde muchos años antes de que su pariente llegara a la titularidad de esa dependencia, y desde antes de que fuera gobernador de Quintana Roo o de que ocupara otros cargos públicos.

 

Nassim Joaquín, padre del exsecretario de Turismo y expresidente del PRI, así como el abuelo del funcionario, hicieron fortuna como empresarios desde que llegaron a la isla de Cozumel. Por consiguiente, fueron ellos los que apoyaron las finanzas personales de su hoy famoso e importante descendiente para que hiciera carrera en la política, dándole la tranquilidad de tener resuelto el problema de los pesos y centavos; o lo que es lo mismo: Pedro Joaquín Coldwell nunca fue un político pobre y, por lo tanto, tampoco fue jamás un pobre político.