SAO PAULO. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Brasil, general José Carlos De Nardi, anunció que el Ejército desplegará cuatro mil efectivos en San Pablo para la apertura que comenzará dentro de nueve días, y advirtió que actuarán con máxima severidad ante cualquier contingencia.
Los soldados “estarán apostados en puntos estratégicos de San Pablo, principalmente en los que sea necesaria la seguridad VIP”, adelantó el oficial, publicó el diario Folha de Sao Paulo.
Algunas avenidas paulistas y las proximidades del estadio Itaquerao, ubicado en la zona este y donde el 12 de junio Brasil y Croacia protagonizarán el duelo de apertura, tendrá hombres del Ejército y si “ellos son atacados van a responder”, advirtió De Nardi.
En esa región de la capital paulista hay varias favelas y unos cinco mil miembros del Movimiento de Trabajadores Sin Techo que se asentaron en un terreno baldío y prometieron rodear el Itaquerao durante el partido inaugural.
La presidenta Dilma Rousseff acordó con el gobernador Gerardo Alckmin modificar el plan de seguridad diseñado meses atrás por el gobierno federal, que contemplaba la presencia de militares en alerta en los cuarteles y descartaba su eventual actuación en manifestaciones.
“No voy a admitir que haya ningún tipo de desmanes con la intención de impedir que la gente tenga acceso a la Copa. No es democrático destruir la propiedad privada y pública, y mucho menos que las manifestaciones tengan costos humanos”, sentenció Rousseff.
La mandataria formuló declaraciones durante una entrevista transmitida ayer por la cadena Bandeirantes, en la que minimizó el descontento de la población con el Mundial, que ascendió al 42%, según una encuesta publicada de la consultora IBOPE.
Afirmó que las protestas son “el costo de la democracia” y la consecuencia de tener movimientos sociales “activos” que se manifiestan libremente.
Durante una cena que ofreció en su residencia oficial a un grupo de corresponsales de medios extranjeros, la jefa de Estado comentó sus expectativas frente al Mundial que comenzará el próximo día 12 y reiteró su convicción de que la gran mayoría de los brasileños “saldrá a la calle a festejar”, no a protestar.
“Vamos a garantizar completamente la seguridad de las personas” durante el Mundial, cuando las 12 ciudades sede reciban a 3.6 millones de turistas, entre ellos 600 mil extranjeros, aseguró.
Admitió, además, que las “manifestaciones son legítimas”, aunque consideró que “hay mucha cosa política por detrás” de las protestas que se realizan regularmente en las principales sedes del Mundial como Río de Janeiro, San Pablo y Brasilia.
Rousseff insinuó que los partidos de la oposición sacan ventaja de esos actos de protesta, ya que dentro de 4 meses, el 5 de octubre, se realizarán las elecciones presidenciales, en las que aspirará a un segundo mandato de cuatro años.
Sin embargo, aseguró que en Brasil existe “una autonomía del fútbol respecto a los procesos políticos”, y puso en duda que lo que ocurra en el Mundial pueda afectar el ánimo de los electores.
A modo de ejemplo, recordó que el Mundial de 1970 (que se celebró en México y que ganó la selección brasileña con Pelé como figura) lo pasó en los calabozos de la dictadura militar que gobernaba entonces, como presa política, y que ni aun así dejó de hinchar por Brasil.