Funcionarios del Vaticano descartaron que tenga alguna agenda política la invitación del papa Francisco a los presidentes israelí y palestino para orar juntos por la paz en los jardines de la Santa Sede, y tampoco se prevén iniciativas concretas.

 

 

Sin embargo, el extraordinario encuentro del domingo —con oraciones judías, cristianas y musulmanas en la sombra de la Basílica de San Pedro— podría tener gran relevancia. Y con seguridad incrementará la reputación de Francisco como un líder ajeno a los protocolos diplomáticos y teológicos dispuesto a correr riegos en nombre de la paz.

 

 

La oración se organizó en las dos semanas desde que el pontífice primero hizo la sorpresiva invitación durante una visita a la ciudad bíblica de Belén. El domingo, pidió a la multitud que asistió a su bendición semanal del mediodía participar con sus propias oraciones.

 

 

Mientras banderas palestinas ondeaban en la brisa, Francisco habló de la “sorpresa” en la Iglesia católica, diciendo a una iglesia que no tiene la capacidad de sorprender con su mensaje de amor es “débil, enferma y muriendo y necesita resucitación cardiopulmonar”.

 

 

Francisco se mostró como un maestro de la improvisación y la sorpresa durante su viaje a Medio Oriente, deteniéndose a orar en la barrera de separación israelí que rodea Belén y luego, a petición de Israel, cambió su ocupado itinerario para orar en un monumento a los judíos asesinados en atentados suicidas y otros ataques.

 

 

Pero fue su invitación al presidente israelí Shimon Peres y al mandatario palestino Mahmud Abás —los dos hombres que firmaron los acuerdos de paz de Oslo en 1993— para venir a “mi casa” a orar por la paz lo que capturó la imaginación.

 

 

“La paz es un regalo de Dios, pero necesita de nuestros esfuerzos. Seamos gente de paz en oración y en los hechos”, dijo Francisco en un mensaje por Twitter. “La oración es toda poderosa. Utilicémosla para llevar la paz a Medio Oriente y al mundo”, agregó.