SANTOS; Brasil.- Ricardo Valenzuela se enteró el sábado que México entrenaba en esta ciudad, colindante con Sao Paulo. Estaba en Buenos Aires y veía tomando un autobús tras otro desde Bogotá, en donde lo dejó un vuelo desde la Ciudad de México. Había bailado tango, recorrido Caminito y visitado Recoleta. Y así, sin más, corrió a la estación para comprar un boleto a Uruguay.
Y así, llegó a Montevideo a las ocho de la mañana del domingo. Llegó a Chuy, que es en la frontera con Brasil. Ahí pasó caminado a Chui, que es como se llama del lado brasileño, casi a la media noche del domingo e inmediatamente tomó el autobús a Porto Alegre, a donde llegó a las ocho de la mañana.
Tres horas después ya estaba en otro que lo depósito en Sao Paulo a las 11 de la noche del lunes.
Llegó a Santos lleno de entusiasmo a las 7 de la mañana, con la suerte de que el metro ya funcionaba en la capital del estado. Y se paró a las afueras de las instalaciones Rey Pelé con la esperanza de entrar al entrenamiento a ver al Tricolor.
“No es justo que uno venga desde tan lejos y no pueda verlos. Imagínate, tengo 32 días desde que salí de México para llegar hasta acá, innumerables buses, dormí en la estación en Buenos Ares, y nada”, dijo algo desconsolado, junto a otros pocos mexicanos que aguardaban con él.
Ricardo fue árbitro. Le tocó ser abanderado en un polémico partido, en 1986, cuando una bronca monumental entre Chivas y América terminó con todos los jugadores expulsados. Fue el día del retiro de Antonio R, Márquez, un árbitro polémico de aquellos años.
Después, se volvió corredor y maratonista. Trae consigo unos tenis viejos y con agujeros, pero a los que tiene mucho cariño. Los está utilizando en cada sede a la que llega, para correr y mantenerse en forma, como si no fuera suficiente cargar la maleta con 50 kilos de equipaje, que trae en la espalda, y en la que lleva dos balones para sus sobrinos, y una réplica de la Copa del Mundo de plástico, que compró en Bogotá, y que ha sido su talismán.
Resulta que cuando lo ven con el trofeo, todos quieren sacarse fotos con él. Sucede aquí mismo, no sólo los mexicanos, sino los brasileños que pasan aprovechan para incrementar su acervo de megabytes.
Tendrá que tomar un vuelo a Natal, porque ya hizo cuentas y si intenta llegar en autobús, no estará presente el día del primer partido de México el viernes. Y es que la ciudad en la que debuta el Tricolor ante Camerún, está a dos días de viaje.
“Me gusta viajar mochila al hombro. Me siento libre decidiendo lo que voy a hacer día con día. Yo le digo a la gente que debería intentarlo, quitarse el miedo y aventarse, se viven experiencias muy bonitas”, dijo con un entusiasmo incontenible.
Platicó que en Perú conoció a una coreana que cuando se enteró de que era mexicano, le suplicó que por favor le enseñara a hacer guacamole. Ricardo ya había tenido la experiencia de comer el que hacen por allá, y se encargó de enseñarle los ingredientes correctos, excepto el chile, que por allá es imposible de conseguir, y la forma de molerlo.
Del Mundial piensa que México va a pasar a la segunda ronda, pero para la final, ve a Brasil, por eso trae las dos camisetas en una, México a la derecha y la verdeamalrela del lado del corazón.