No es futbol, es ajedrez político. Desesperado por el fuego global que ha recibido Brasil durante el preámbulo mundialista, el ex presidente Lula se colocó frente a la presidenta Dilma Rousseff para hacer las veces de escudo humano. Sabemos que políticamente es una acción costosa porque lleva el riesgo inherente de la inmolación. Lula decidió regar “pólvora” sobre México al forzar un juicio comparativo al decir a grosso modo, que la situación económica en México está en el sótano si se le compara con la brasileña: “Todo en México es peor que en Brasil”, dijo Lula a manera de slogan publicitario.

 

 

La disputa entre ambos países es histórica. Entre los últimos capítulos destaca el enfrentamiento entre Herminio Blanco frente a Roberto Azevêdo por la silla en la dirección de la Organización Mundial de Comercio. La brecha que separó a ambos fue África, quien jugó a favor de Brasil. La presencia de la diplomacia mexicana en África es nimia. La de Brasil es potente. Basta revisar el número de embajadas y consulados que la nación de Rousseff tiene en esa región para explicarnos el resultado de la competida carrera que Blanco y Azevêdo sostuvieron.

 

 

Sin embargo, el juego sucio brasileño se hizo presente durante la campaña. La candidatura de Blanco inició floja pero el cierre fue estupendo. Los hilos diplomáticos que manejó José Antonio Meade fueron torales. Conforme se acercaba el día de las votaciones, Brasil sabía que la distancia que separaba a los dos competidores se reducía de manera alarmante.

 

 

La Unión Europea cerró filas por México recordando que, en el conflicto en el comercio internacional de azúcar y de llantas, subyacía el nombre de Azevêdo.

 

 

En varios corredores de negociación, los brasileños repartían, a manera de pasquín, lo que vivió Herminio Blanco entre 1998 y 2000 en la entonces Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, hoy Secretaría de Economía. En particular, los brasileños dirigieron los dardos hacia el Registro de Vehículos (Renave), adjudicada a la empresa Talsud, encabezada por Ricardo Miguel Cavallo, quien encubrió su pasado represor durante la dictadura argentina a través de rasgos empresariales.  Resultó ser una obviedad que Blanco desconocía el pasado de Cavallo pero el destape realizado por el periódico Reforma provocó la cancelación de la adjudicación.

 

 

El objetivo del equipo de Azevêdo era manchar la imagen de Herminio Blanco, esperando que varios países que ya habían tomado la decisión de votar por el mexicano la cambiaran para evitar críticas posteriores. En el pasquín también incluyeron la historia de la muerte del que fuera subsecretario de Comercio, Raúl Ramos Tercero, responsable directo de la operación del Renave. El 6 de septiembre de 2000 se suicidó a las orillas de la Marquesa, en el Estado de México.

 

 

Al contemporizar los diferendos entre Brasil y México no encontramos con la Alianza del Pacífico. Un pararrayos comercial frente a las tormentas chavistas.

 

 

El binomio Calderón-Uribe frente al tándem Lula-Rousseff, debido a la brumosa posición de los brasileños sobre el alboroto regional que armó Hugo Chávez, tuvo como resultante la conformación de la Alianza del Pacífico. Deschavizar el comercio regional hizo que Perú y Chile se integraran de facto a la Alianza.

 

 

Las divisiones comerciales entre México y Brasil comenzaron cuando la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estableció un modelo económico en los países dominadores de la región apostando a la independencia y no a la interdependencia; es decir, tanto México como Brasil sembraron bases industriales sin pensar que el modelo ricardiano (interrelación económica para obtener ventajas comparativas) sería el protagónico durante la globalización.

 

 

Pero la imagen de Lula en 2014 no son los mismos que los que le vimos cuando era presidente. El caso Juicio del Siglo tocó a su puerta el día en el que un juez demostró que José Dirceu, otrora jefe del Ministerio de la Presidencia y presidente del Partido de los Trabajadores, fue el artífice de una estrategia de sobornos a diputados opositores a Lula para comprar sus votos. La trama corruptora contempla a publicistas también cercanos al ex presidente Lula.

 

 

La desafección que tienen los brasileños por la política, y que ha florecido durante el preámbulo mundialista, poniendo de mal humor a Rousseff, tiene un origen, y Lula lo sabe muy bien. De ahí que se convierta en escudo humano, sabe el riesgo de perder credibilidad, en Brasil, es bajo. Ya sucedió.