Es lamentable, por decir lo menos, que el fallecimiento de un menor en Tamaulipas detonara la atención pública hacia la violencia escolar. No era un problema nuevo y lleva afectándonos por generaciones en México. La diferencia en esta ocasión es que pudimos ver en toda su crudeza escenas de agresión entre estudiantes, gracias al alcance que tienen hoy las redes sociales.
Si dejamos a un lado toda la cobertura de medios, las opiniones (acertadas o no) y las reacciones oficiales y legislativas para atenuar la indignación social por éste y otros casos documentados en cuestión de días, a partir de ahora debemos ponernos a trabajar para detener este fenómeno.
Sin embargo, como en cualquier comportamiento humano, la violencia escolar está rodeada de mitos y prejuicios que son los primeros obstáculos a vencer. De acuerdo con el primer análisis del acoso escolar en la Ciudad de México, elaborado por el Consejo Ciudadano, tratamos con un problema que tiene mucho tiempo entre nosotros pero que ahora es evidente ante varios factores muy puntuales: el uso de tecnología por parte de los estudiantes, la pérdida de autoridad de muchos profesores, la indolencia de directivos y la preocupación de muchos planteles privados por hacer de la educación un negocio antes que un centro de formación de personas.
El estudio, disponible en www.consejociudadanodf.org.mx, explica los motivos por los que no podemos resolver la violencia escolar y advierte que si continuamos por el mismo camino de estereotipos y verdades a medias, muy pronto regresaremos al tema en cuanto otro caso grave ocupe nuestra atención nacional. Círculo vicioso, ni más ni menos.
Para romperlo, debemos evitar nuestra costumbre de inventar soluciones justo cuando ya sucedió el problema. Desde 2010, ante la proliferación que identificamos con las autoridades de educación y de seguridad de la Ciudad de México, arrancamos un programa integral al que llamamos “Juntos contra el bullying”. El término en inglés no nos convencía pero era en ese momento una manera de identificar el problema.
En cuatro años hemos atendido cerca de 4 mil casos comprobados de violencia escolar y aplicado el programa en 100 escuelas públicas y privadas de la capital del país. A través de una certificación como espacio de convivencia positiva que se otorga luego de que profesores, estudiantes y padres de familia concluyen con las etapas del programa, en ningún plantel han vuelto a registrarse casos de violencia escolar.
Tenemos las herramientas, la metodología y la forma de medir los resultados. No hay que ir muy lejos para encontrar un modelo que sí logra reducir y erradicar la violencia escolar. La principal razón por la cual tenemos éxito es que anteponemos la prevención, el diálogo y la negociación para enfrentar el problema.
La violencia escolar no es norma, ni debe tolerarse. Tampoco la violencia está en nosotros. Somos una sociedad pacífica que lo único que busca es una vida mejor para nuestras familias.
Si eres responsable de crianza (mamá, papá, tutor) acude a la red de apoyo que funciona entre la sociedad civil y las autoridades de la Ciudad de México. Nadie está pidiendo que resolvamos solos este problema. Denunciemos y recibamos la información correcta. Desechemos mitos y entendamos que el agresor vive una tragedia igual o mayor que el agredido y necesita la misma atención profesional. La Línea Ciudadana 5533-5533 está abierta y el programa, con sus herramientas, disponible para toda la comunidad escolar.
Estamos a tiempo de frenar la violencia escolar en el país. Podemos revertir esta tendencia, lo que necesitamos es utilizar lo que ya tenemos y ha demostrado que funciona.