“No se es serio a los diecisiete años” dice el clásico poema de Rimbaud; eso lo sabe muy bien François Ozon y tal vez por eso, en su más reciente provocación llamada Jeune et Jolie (Joven y Bella, 2013), el director galo no se tomará nunca la molestia de dar respuestas, mostrar consecuencias ni dar lecciones de moral ante el escenario lascivo/escandaloso que montará en hora y media de metraje. Lo suyo, a lo más, será hacer un retrato de cierta parte de la sociedad francesa, pero sin emitir juicios ni proponer soluciones.

 

Francia, época actual; la joven y bella del título es Isabelle (Marine Vacth), hermosa adolescente de padre ausente, madre divorciada (aunque ya arrejuntada con otro hombre) y voyeurista hermano menor que igual la espía cuando toma el sol desnuda que le pregunta por sus novios o le da el visto bueno sobre su maquillaje para antes de irse a la fiesta. Esa relación un cuanto tanto peculiar (por no decir perversa) con su hermano es el primer atisbo de esta familia en apariencia perfecta pero que al interior presenta fisuras: el padrastro irrumpe sin querer a la ducha cuando la adolescente se baña desnuda, él le clava la mirada por algunos segundos, estupefacto ante la Lolita desnuda; la madre tiene algunos queveres con otro hombre mientras el hermano menor ya empieza a despertar sexualmente, en parte gracias al enigma que le plantea la sexualidad también naciente de su hermana.

 

Pero nada de ello se usará como justificación para lo que viene. Luego de cumplir diecisiete años, y después de perder la virginidad con un novio extranjero que pronto abandona, Isabelle subirá sugerentes fotos al internet para después, vestida con la ropa de su madre (blusa, falda, tacones y medias), salga a encontrarse con sus clientes a algún hotel. Si, Isabelle es ahora una scort.

 

Mientras que en muchas otras cintas el desenfreno adolescente encontraba cientos de pretextos (falta de dinero, hastío social, escasas oportunidades o el cliché de una familia disfuncional) Ozon le niega al público una razón clara que justifique a su auto-prostituída efeba. No se trata de dinero, no se trata de rebeldía, no está huyendo de algún horror familiar ni ha sido abusada por alguien. Se trata, en todo caso, de una búsqueda por descifrar el placer.

 

Y aunque ello no es más que otra interpretación en la larga lista de posibilidades, Ozon sabe que aquella opción es la más incómoda y a la vez la más interesante. Ante la revelación del secreto de Isabelle, la doble moral entrará en acción: lo mismo será tratada como apestada que recibirá  guiños de aprobación de quien menos espera; una especie de Letra Escalata en pequeño.

 

El director prefiere la ambigüedad a la explotación, la exposición al drama. No la somete a juicio, pero tampoco hace de su precoz sexualidad un show morboso. Ello no quiere decir que no habrá escenas sexuales ni que el placer que roza al erotismo estén vedados,  pero ninguna toma podría catalogarse de vulgar ni poco cuidada, al contrario, Ozon sabe provocar en Marine Vacth toda serie de expresiones que se concentran en su mirada y en sus labios, desde el temor del primer encuentro hasta la satisfacción de quien complace al otro: aquel fotograma vuelto cartel de la cinta donde ella, desnuda, de espaldas, en la cama, voltea hacia arriba con una mirada que va del reto a la  invitación.

 

La ambigüedad termina siendo contraproducente. En un final que si bien encierra cierta ironía macabra, se siente más bien abrupto y precipitado. Es por ello, y por las altas notas que logran otras obras dentro de su cinematografía, que podemos decir que estamos ante una obra menor del director galo, pero nunca ante una película fallida o prescindible.

 

Jeune et Jolie (Dir. François Ozon)

3 de 5 estrellas.

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