El papa Francisco exhortó el domingo a los cristianos a que trabajen juntos para abolir todas las formas de tortura, práctica a la que condenó y describió como un pecado grave.
Francisco declaró a la multitud reunida en la plaza de San Pedro que deseaba reiterar su “firme condena contra todas las formas de tortura”.
Dijo que pretendía la unidad de esfuerzos para poner fin de la tortura y brindar apoyo a las víctimas y las familias de los afectados.
Francisco declaró que es “un pecado mortal, muy grave, torturar personas” y subrayó que este 24 de junio es el Día Internacional de las Naciones Unidas en Apoyo de las Víctimas de la Tortura.
La tortura fue práctica común del régimen militar en la natal Argentina del pontífice de 1976 a 1983.
La jerarquía católica argentina estaba alineada abiertamente con la junta militar del país sudamericano.
Se le reconoce a Francisco que salvó vidas de disidentes políticos cuando fue sacerdote jesuita en Argentina.