Esta semana el Gobierno del Distrito Federal anunció el endurecimiento del Programa Hoy No Circula, instaurado en 1989. La razón de esta política es que la contaminación está subiendo de nuevo, cuando llevábamos años con indicadores descendentes.

 

Al inicio del programa Hoy No Circula, la restricción fue absoluta. Todos los vehículos debían descansar un día a la semana. En 1997 se encontró una solución más eficiente, los vehículos de modelo reciente podían circular si obtenían la calcomanía 0. Lo que en una primera etapa incentivó la compra de automóviles se tradujo en un incentivo para renovar el parque vehicular.

 

El problema ahora es que las facilidades para comprar un auto son muchas. Los que tienen un auto viejo lo venden a los que no alcanzan a pagar uno nuevo. El 10% del gasto en adquisición de vehículos se da en el 50% de los hogares más pobres, a pesar de que éstos tienen un ingreso mensual promedio inferior a los 5 mil pesos.

 

Pero el automóvil es hoy una necesidad. Tenemos ciudades bsolutamente dependientes del automóvil. El transporte está congestionado y no corresponde a los orígenes y destinos de los habitantes. Ninguna ciudad planea realmente su transporte, la capital mexicana no es la excepción. El gobierno de Miguel Ángle Mancera presume tener estrategias, pero es falso, todo se limita a un paupérrimo “Evitar – Cambiar – Mejorar”.

 

Las rutas son propiedad de los concesionarios, no obedecen a la planeación, obedecen al músculo de cada organización de transportistas. Las pocas que mejoran, no lo hacen con base en un estándar que fije la autoridad, sino en lo que alcanza en una negociación con una tarifa mediocre.

 

El endurecimiento del Hoy No Circula es una medida necesaria pero incompleta y contradictoria. El mismo gobierno que cancela la tenencia general a los autos, les impone restricciones a la circulación.

 

Por un lado, el GDF da la mano a los automovilistas abaratando los impuestos y por otro los arroja a una ciudad que carece del transporte público que facilite el cambio modal. El gobierno no se atreve a asignar el carril derecho de las avenidas a servicios renovados de transporte, pero sí impone restricciones a la circulación de los automóviles. La medida no es pareja. El mismo gobierno que no sabe dar mantenimiento al metro quiere que los automovilistas cambien al transporte público. Hoy no transporta.

 

A las restricciones al Hoy No Circula falta la estrategia que en la Secretaría de Transportes y Vialidad no son capaces de generar. Creen que sustituir microbuses por vehículos más grandes es mejorar el transporte.

 

La Ciudad de México tiene una estructura vial, una cuadrícula de avenidas, que permitiría en pocos meses una mejora sustantiva en su transporte público, al mismo tiempo que se restrinja la circulación de los vehículos más contaminantes. El problema es que ello requiere recursos más que una negociación política con transportistas. Con los 3,500 millones de pesos que se perdieron por la Tenencia alcanzaría.

 

Se requiere que la Secretaría del Microbús (hoy Setravi, pronto Semovi, pero al fin lo mismo) fije un estándar de servicio (velocidades, frecuencias, cromática, uniformes, encierros, capacitación, carril exclusivo, accesibilidad universal, pago con tarjeta de ciudad y en efectivo, señalización de paradas, entre otros elementos) y otorgue los incentivos económicos a los concesionarios para la transformación.

 

Siendo la actualización del Hoy No Circula una medida incompleta, veremos una modificación en la tendencia de las emisiones contaminantes, pero en el largo plazo nos encontraremos con el mismo problema: una ciudad dependiente del auto, contaminada, nuevas autopistas urbanas que no correspondan a los planes de ciudad pero sí a los planes financieros de alguna constructura, una instrumentación mediocre y errática de políticas públicas sustentables (parquímetros, corredores de transporte, transporte no motorizado), alta siniestralidad vial y una ciudad sin rumbo. ¿Eso queremos?