Vencí por el terror. Mahoma

El avance del Ejército Islamista de Irak y Levante (EIIS) hacia Bagdad revela que lo que un día soñaron George W Bush y Dick Cheney se trató de un montaje algo más que hollywoodense. Tampoco es realista el escenario que el presidente Obama desea instalar en Irak: reinventar el gobierno de Nuri al Maliki para conformar un gabinete multiétnico. La situación del país imposibilita sentar a suníes y kurdos en la misma mesa.

En 2006 nació la versión más salvaje de Al Qaeda de la mano de Zarqaui, el EIIS, y ocho años después es la más extendida en la comunidad yihadista mundial. Si en su momento (2001) Al Qaeda tuvo en la mira a Estados Unidos, el EIIS se ha reinventado poniendo a los chiíes como el centro de su odio.

Entrenados en campos de Al Anbar (provincia del oeste iraquí) desde 2012, miembros del EIIS han sido infiltrados por el régimen de Bachar al Asad. El 80% de sus miembros son extranjeros, de mayoría saudí y el dinero que reciben procede de Kuwait. También cuentan con apoyo logístico de Turquía (opositor de Bachar al Asad), lo que demuestra que una serie de contradicciones (alianzas pragmáticas) dificulta su desmantelamiento.

Dirigentes de Al Qaeda, como Al ZauaHiri y el jeque Al Maqdisi han criticado duramente al EIIS por su tipo de asesinatos brutales. Con la potencia de las imágenes sobre redes sociales, miembros de EIIS colocan sobre ellas instantáneas diabólicas atendiendo a una de las máximas de Mahoma, “vencí por el terror”.

El EIIS se ha encargado de temporizar lo que por un momento parecía una cohabitación multiétnica; el temporizador no sólo ha dejado decenas de muertos, también destapa lo que tendría que ser una situación apremiante en el ejército iraquí que ha terminado por reclutar a autodefensas revelando una peligrosa debilidad: Bagdad no tiene ni tendrá en el corto plazo el monopolio de la fuerza.

El primer ministro Al Maliki tuvo siete años para aprender de los errores que cometió Sadam Husein; lo que hubiera resultado ser una prolongada curva de aprendizaje, Al Maliki lo echó a perder en el momento de apostar por un gobierno autoritario. Era el momento de la venganza, pensaría Maliki, de ajustar cuentas con los suníes, grupo al que perteneció Husein. Por lo anterior, Maliki trató a los suníes como ciudadanos de segunda clase.

John Kerry visitó a Al Maliki para arrinconarlo: o regresa al espíritu muhasasa con el que en 2003 se diseñó un gobierno a la medida, es decir, multiétnico, o simplemente Estados Unidos dejará que los suníes lleguen a Bagdad a las puertas del gobierno.

La emergencia de la versión más extrema de Al Qaeda, EIIS, ocurre durante la aplicación de la estrategia de repliegue que el presidente Obama intenta desarrollar en varios frentes abiertos; si bien es cierto que en 2011, año en el que el presidente ordenó el retiro del ejército de Irak, Al Qaeda no pasaba por sus mejores tiempos, sólo dos años después, ex oficiales de Sadam Husein se han reorganizado para ejecutar operaciones en Siria e Irak.

Las escenas ya las habíamos visto pero en etnias enemigas de Sadam, ahora, en regiones como Faluya, Mosul y Tikrit, cuyos componentes demográficos son de mayoría suní, miles de habitantes salen a las calles para recibir a miembros del EIIS para agradecerles la “liberación”.

En sus tiempos libres el ex presidente George W Bush se dedica al arte; como figura transmoderna nos sorprende con horrorosos dibujos de sus mascotas; también llevó a la inmortalidad artística a amigos suyos; vaqueros políticos como don José María Aznar. Es probable que mientras toma su merecido descanso entre pintura y pintura reciba una llamada de Bagdad. Se fue sin dejar arreglado un problema, le dirán desde el otro lado del teléfono. Ni modo, lo que no fue en tu tiempo no tiene caso especular, dirá el vaquero Bush, dejando su teléfono sobre una mesa para retornar a su sala de arte, a su rincón de trabajo.

Lo que es cierto es que en Irak pasan los años y preexisten las divisiones étnicas a pesar de que Estados Unidos haya instalado urnas para votar al mejor estilo de cajitas felices.

Políticos republicanos señalan a Obama como el culpable del resurgimiento de la violencia en Irak; la desmemoria lo permite. Lo que es cierto es que el problema le dificulta el panorama, de por sí brumoso, de su política exterior.

Crimea ya se encuentra demasiado lejos para el presidente Obama; de Snowden, ni mencionarlo. Sobre Siria, hasta Bachar al Asad logró reelegirse como presidente. El mundo está de cabeza para el presidente Obama. Por si fuera poco,  su secretario de Estado no da el ancho.

Lo mejor es contemplar los dibujos de Bush.